Estallido social: Qué no vimos

Reflexiones sobre los acontecimientos que vive el país desde hace más de 60 días.

El Periodista le pidió a diversas personas, de todos los colores políticos, que reflexionaran libremente sobre lo que estamos viviendo desde el 18 de octubre en Chile. El objetivo, juntar voces e ideas para, tal vez, reunirlas en un libro que dé cuenta del estallido social.

Acá un adelanto, muy resumido, de algunas de esas reflexiones. Puedes ver los textos completos en www.elperiodista.cl.

Rodrigo Echecopar
Ex Presidente Revolución Democrática

Para encontrar las señales no es necesario hurgar en rebuscadas columnas de intelectuales, sino levantar la mirada a las principales alamedas del país. En los últimos 10 años hemos visto movimientos sociales que exigen cambios profundos, logrando enorme masividad y respaldo ciudadano. Desde el movimiento estudiantil del año 2011 que exigía una educación pública, gratuita y de calidad y que logró mantener movilizado al sistema educacional durante casi un año, hasta las marchas de los pensionados el 2016 que llegaron a reunir a más de 1 millón de personas rechazando el sistema de AFPs (sistema privado de jubilación). Las movilizaciones educacionales, de pensiones, feministas y medioambientales exigían cambios estructurales, pero el sistema político las ignoraba o entregaba respuestas tibias.
Lo cierto es que el “modelo chileno” tiene muchas grietas. El sistema de pensiones está en una crisis donde más de la mitad de los jubilados reciben pensiones bajo la línea de la pobreza. En salud coexiste un sistema privado, para ricos, con un sistema público, para sectores medios y bajos, donde este último tiene infames listas de espera de meses (y hasta años) para recibir tratamientos, además de muchas veces requerir copagos millonarios. La matriz educacional chilena es de las más segregadas del mundo y cientos de miles de jóvenes terminan sus estudios universitarios endeudados de por vida. Chile es de los países más desiguales del mundo, donde el 1% más rico recibe el 33% de los ingresos y tenemos un gini que se acerca a 0.6. El crecimiento económico no llega de igual forma a todos y se mercantilizan los espacios mínimos de la vida social, alimentando la frustración de una sociedad precarizada y llena de incertidumbre.

Verónica Figueroa Huencho
Académica mapuche

Para los pueblos indígenas, la realidad ha sido distinta. Nunca nos dormimos porque siempre hemos estado afectados por la desigualdad: económica, social, cultural y política. Desde el nacimiento de los Estados nación los pueblos indígenas fuimos marginados en pos de la construcción de una nación sustentada en los ideales que inspiraron la revolución francesa: igualdad, libertad, fraternidad. En el caso de Chile, la búsqueda de la igualdad se sustentó en la incorporación forzada de nuestros pueblos a esta institucionalidad creada sin nuestra participación o consulta, donde fuimos obligados a abandonar nuestras culturas, nuestras lenguas, nuestros sistemas de representación, nuestros saberes ancestrales… Es decir, todo aquello que nos hacía salvajes a los ojos de esta elite criolla que, desde entonces, ha ocupado los espacios de poder político y económico.
Los pueblos indígenas fuimos excluidos de los espacios públicos y recluidos a los espacios privados. Fuimos despojados de nuestros territorios ancestrales al considerarnos poco productivos, no alineados con los ideales del capitalismo generador de riquezas, iniciándose tempranamente procesos de subdivisión de las tierras, de rompimiento de tejidos sociales y comunitarios, que terminaron con procesos progresivos de migración hacia las ciudades y centros urbanos, por supuesto de la periferia, especialmente a mediados del siglo XX.
Todo ello, además, ha alimentado los prejuicios y sesgos que hemos debido experimentar: flojos, borrachos, salvajes, terroristas, violentos, incluso “intelectualmente inferiores”.

Andrés Montero
Escritor y ganador del premio Elena Poniatowska

Si el estallido social chileno fuera un cuento, el equilibrio precario sería la triste normalidad de un pueblo pisoteado y abusado que se ha acostumbrado a ello o bien tiene demasiado miedo y traumas como para exigir un cambio. Como el héroe suele ser un joven, no extraña que ante la indignación por el alza del metro sean los estudiantes secundarios quienes asumen la llamada a la acción. Deben cruzar el primer umbral: evadir el metro, algo mal visto porque el metro es el umbral que los santiaguinos nunca cruzamos. El metro es lo que se cuida, lo que no admite evasión ni desmanes. Ese anónimo estudiante que saltó el primer torniquete seguramente no sabía que después de su salto no habría vuelta atrás: había cruzado el umbral. La fuerza antagonista –el gobierno apoyado por sus lacayos, las fuerzas policiales– intenta reprimir el camino ya iniciado por el héroe, sacando a palos a los estudiantes evasores y cruzando ellos también el umbral al lanzar gases lacrimógenos dentro de los trenes, mientras Voldemort-Piñera está comiendo tranquilamente una pizza, dejando que sus dementores hagan el trabajo sucio.

Verónica Pinilla
Vicepresidenta PPD

La agenda social, hoy más que nunca, será la reina de la fiesta, y su composición debería estar vinculada a la fuerza de las demandas sociales, empezando por un cambio sustantivo de varios ecosistemas: la transformación del sistema de pensiones de Chile, la construcción de un sistema de salud sostenible, alcanzar un sistema de educación de calidad y pública para todos; para luego avanzar en otras demandas que sin duda deben ser debatidos, como la sobrevivencia o muerte de las concesiones en Chile, el fin de las colusiones económicas o los carteles, el fortalecimiento del sistema de viviendas para las familias vulnerables y no vulnerables del país, el aporte a los grupos vulnerables y diversos, el reconocimiento de los grupos indígenas, etc. En todos estos casos, e incluso si cambiara el orden de las demandas sociales que deben ser abordada, el rol del Estado siempre será crucial, crítico, imprescindible, ya que este Estado, o lo que entendemos por institucionalidad pública, se pondrá en evaluación.

Christian Slater
Coronel ® de Ejército

Christian Slater

Lo que vimos y seguimos viendo es un intento por desestabilizar y tensionar a nuestra sociedad, conforme a lo que dijo muy claramente Maduro, el Presidente de Venezuela, al referirse al supuesto y mal llamado estallido social en Chile, un video que recorrió el mundo: “…estamos cumpliendo el Plan del Foro de Sao Paulo, el plan va como lo hicimos…”. Para mí fue un brutal intervencionismo de Cuba y Venezuela que facilitó la ex Presidenta Bachelet con su política de migración y que las autoridades actuales, desprovistas de toda información de inteligencia, no han sido capaces de ver, prevenir o reparar y menos, reclamar, denunciar o sancionar. Por lo mismo me atrevería a decir que tenemos una amenaza híbrida dirigida desde Caracas y La Habana.

Victoria Uranga
Periodista

En Chile explotó la rabia, la frustración y el dolor contenido desde hace muchos años. Sus fuegos nos dejan destrucción, pero también luz para ver lo que no queríamos ver. Nos tropezamos con la mugre que guardábamos bajo la alfombra y lo escondido quedó expuesto. Lo que intentábamos no ver, se reveló y nos muestra las sombras mías, tuyas y de todes.
Si logramos que el miedo y la resistencia no nos paralicen, podremos tomar esta extraordinaria oportunidad para depurar lo que estaba acumulado y generar un diálogo colectivo que nutra los cambios necesarios para construir paz con justicia social.
Hoy nos cuesta ver porque estamos encima. Nuestra mirada además está limitada por nuestra biología e historia lo que nos constituye como observadores parciales, vemos solo lo que podemos y queremos. Pero cada día que se suma, los horrores cotidianos se hacen más evidentes e inaceptables. Por eso, aunque los análisis son todavía al ritmo del movimiento que nos tambalea, debemos continuar.
No importa que no sepamos el desenlace, este proceso tiene valor en sí mismo, con todo lo que implica, tengamos confianza que lo que viene es algo mejor. Esto no es desmoronamiento, es simplemente cambio.

Juan Ignacio Piña
Abogado, ex ministro de Justicia (primer gobierno de Piñera)

Me inclino a pensar que no vimos la sutil, agotadora y a la larga insoportable pena que proviene de sentirse ignorados, la de sentir que tus penas, tus alegrías, tus anhelos, tus ilusiones no le importan a los demás. Que esos factores de angustia no son asunto de nadie que no seas tú, aunque para ti sean insuperables. Porque una fractura de la comunidad como la que hemos presenciado sólo puede tener lugar cuando dejamos de ver al otro y de vernos en el otro. Esto habitualmente suele denominarse el campeo del individualismo y se ha transformado en un lugar común de cualquier análisis conservador del fenómeno. Sin embargo, probablemente haya que darle una mirada algo más detenida si queremos desentrañar los factores de nuestra comprobada miopía. La forma que tiene este olvido del otro es extremadamente selectiva y esquizofrénica. Tiene una dimensión valórica muy intensa, en que hay una proliferación de morales individuales, donde las verdades compartidas son cada vez menos y, por lo mismo, en que nuestro sistema de normas de conducta y vida pertenece a cada uno sin intromisión externa (y sin dañar a otros, se entiende). Esto presupone seres racionales capaces de conducirse conforme a normas y esencialmente iguales y autorresponsables. Sin embargo, al mismo tiempo se clama por un mundo colectivo en otros ámbitos que difícilmente se aviene con ese reconocimiento. En otros términos, en algunos dimensiones de la vida nos tenemos que rasguñar con las uñas propias, pero en otras no, sin que la delimitación entre ellas sea particularmente clara. Ello termina socavando las bases de la comunidad que se transforma en simple contigüidad. Por eso nuestro olvido del otro no es arbitrario, responde a un imago mundi –o es más, a lo que los alemanes llaman el Zeitgeist, o espíritu de nuestro tiempo– que se ha ido forjando progresiva y paulatinamente. Creímos de alguna forma que reconocer en el otro a un igual implicaba dejarlo solo, que encontrara su camino, siguiera sus propias reglas y se hiciera cargo de sus propias desventuras.

Tomás Hirsch
Diputado Humanista

El 18 de octubre se resquebrajó la imagen de la aparentemente flemática sociedad chilena que tan bien se vendió por décadas. Tras el retorno a la democracia, el iceberg –con que se presentó al país en la Exposición Internacional de Sevilla de 1992– fue el primer signo del blanqueo respecto del legado dictatorial, mostrando a Chile como un país frío, una porción remota de Europa del norte en Sudamérica. Esto se hizo patente de nuevo el 2000, cuando Ricardo Lagos asumió el gobierno, y al poco tiempo La Moneda fue pintada de blanco. Atrás quedaba la imagen del palacio gris, del que Salvador Allende fue sacado sin vida en 1973. Fiel a sus aires monárquicos, Lagos no dudó en poner su propia firma a la Constitución de Pinochet y Jaime Guzmán.

Ignacio Achurra
Presidente Sindicato de Actores

“Nos quitaron tanto, que nos quitaron hasta el miedo” se escuchaba una y otra vez. Miles de personas se volcaron a las calles para manifestarse en contra de un estado de cosas que sienten los oprime y somete a una vida de precariedad y angustias. “¡No alcanza para vivir!” se escuchaba en gritos ahogados por las lacrimógenas. Treinta pesos de alza del metro y la decidida reacción de estudiantes secundarios habían encendido como una chispa un pastizal de descontento ciudadano acumulado por décadas. Y como cada primavera junto al inicio de la temporada de incendios de bosques se incendió también un sistema de vida, un modelo de sociedad y economía, un paradigma totalizante que pone la competencia, la trayectoria individual y la desigualdad basal como ejes estructurantes de la vida en común.

Nona Fernández
Escritora

Fotografía: Sergio López

Camino desde el centro de Santiago hasta mi casa. Horas de caminata. El metro cerrado, las calles tomadas, imposible encontrar locomoción pública. Somos miles los que avanzamos. Veo jóvenes con la cara pintada como el Joker que gritan que esta revuelta es el mejor de los remates para el gran chiste. Pienso a qué gran chiste se refieren. ¿El alza del pasaje del transporte público? ¿Las posteriores declaraciones del ministro a propósito? ¿Sus consejos por aprovechar la tarifa baja saliendo a las seis de la mañana? ¿La pizza que el presidente Piñera se come en este mismo momento en un restaurante acomodado de la ciudad, ciego al reclamo urbano? ¿Las miserables pensiones de nuestros jubilados? ¿El estado deprimente de nuestra educación pública? ¿De nuestra salud pública? ¿Nuestra agua que no nos pertenece? ¿La militarización de Wallmapu, el territorio Mapuche? ¿Los evidentes montajes organizados por Carabineros para inculpar a mapuches en actos delictuales? ¿El trato vergonzoso a nuestros inmigrantes? ¿La inutilización de nuestra tímida ley de aborto en tres causales, gracias a la objeción de conciencia instaurada por el gobierno para los médicos conservadores? ¿La ridícula concentración de los privilegios para un grupo minoritario? ¿La constante evasión de impuestos de ese mismo grupo minoritario? ¿Los escándalos de corrupción y desfalco de las Fuerzas Armadas y Carabineros? ¿El monopolio informativo de los grandes grupos económicos dueños de canales de televisión, diarios y radios? ¿La constitución redactada por la dictadura que nos rige hasta el día de hoy? ¿Nuestros alcaldes, diputados y senadores que trabajaron para Pinochet? ¿Nuestra seudo democracia?
Las posibilidades para definir el chiste son infinitas. Y mientras pienso, veo que se acerca nuevamente un camión lanza aguas, y mi cuerpo, instintivamente, con una sabiduría guardada en él por años, corre, se esconde, se cubre la cara, y logra sortear la situación una vez más. Igual que ayer. Igual que anteayer.
¿Cuántos años llevo escondiéndome del agua sucia de esos camiones?
¿Cuántos seguiré haciéndolo?

Patricio Herman
Presidente Fundación Defendamos la Ciudad

Patricio Herman

Comparto en un 100% lo que dice Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, en su columna de opinión publicada el 4 de noviembre de 2019 con el título El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia: “incluso en los países ricos, se decía a los ciudadanos no es posible aplicar las políticas que ustedes quieren” (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán. En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales.

Hablan las paredes
(Recopilación de Nona Fernández)

Nos salvamos juntos o nos hundimos separados / No más abusos / Hijos, tienen nuestro permiso para no rendirse / No más abusos / Confío más en mi dealer que en el gobierno / No más abusos / Me tienen tan endeudado que no les conviene matarme / No más abusos / Hasta que la dignidad sea costumbre / No más abusos / Fin a la dictadura del capital / Venimos por tus privilegios / No más abusos / Fin al estado de emergencia / No más AFP / No más TAG / No más ISAPRES / Son tantas huevás que no sé qué poner en el cartel / Me gustas democracia pero estás como ausente / Hasta que la dignidad sea costumbre / No más abusos / El gobierno es más falso que yo haciendo dieta / No más abusos / Con dos marchas más bajo cinco kilos / No más abusos / No lucho contra el cáncer, lucho pa pagar la quimio / No más abusos / Por la salud de mierda que te dejó partir, mamá / No más abusos / Por Lisette y las 1313 mujeres del Sename / No más abusos / Mi mamá es la única que me entra a las ocho, milicos culiaos / No más abusos / No más toque de queda / No más abusos / No le temo a morir, le temo a jubilar / No más abusos / Prefiero el caos a esa realidad tan charcha / No más abusos / Es ahora o nunca / Nueva constitución / Nueva constitución / Nueva constitución / No más abusos / Asamblea Constituyente / No más abusos / Juntos es más fácil / No más abusos / Nos salvamos juntos o nos hundimos separados / No más abusos / Hasta que vivir valga la pena / No más abusos / No era depresión era capitalismo.

1 comentario
  1. Carlos Ochsenius dice

    Nona, gracias por tus directas y conmovedoras palabras. Reflexiones propias y reclamos ajenos se convierten en el «Aullido» (Ginsberg 1963) de un animal atrapado y herido, que descubre en la manada su único refugio de protección, verdad y valentía.

    Y claro, sabemos «racionalmente» qué nos ha transformado en esto que somos desde 1973 hasta hoy, tres generaciones ya. Vivenciarlo intensamente, comprenderlo en todas sus dimensiones al mismo tiempo, es otra cosa. Cuando se asiste a un acontecimiento-umbral como éste, donde los límites de la vida y la muerte, el amor y el odio, la producción y la destrucción, lo sublime y lo ridículo,saltan de sus acostumbrados bordes ante nuestros ojos y, por eso mismo, este súbito parpadeo esclarecedor es castigado, cualquier chileno se vuelve poeta y dramaturgo de su para qué estar donde está. Desesperado estar. Desper-estar.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.