
Fue portada de National Geographic en 1973: historia de la desconocida mujer de la foto
(Por Ignacio Bazán) Fue la portada en Octubre de 1973 de National Geographic. Treinta y tres años después, la ubicamos y reconstruimos con ella su vida que, de una forma u otra, está ligada a las últimas tres décadas de nuestro país. Sepa quién es la chilena que graficó para el mundo la etapa más convulsionada de nuestra historia política (Reportaje publicado en la edición impresa de El Periodista en enero de 2007)
Violeta Rentería Gallegos, alias «Coneja», es el nombre de la chica sonriente de la tapa de National Geographic. Bastó un artículo para encontrar las pistas necesarias que nos llevaran a su nombre -y también- a develar los misterios de su enigmática foto. Es que las preguntas sin respuesta en torno a la única chilena que ha salido retratada en la icónica National Geographic eran muchas. ¿A qué bando pertenecía?, ¿Estará viva?, ¿Dónde estaba al momento de foto?, ¿Qué hacía ahí?, ¿Cuál fue su destino?, ¿La habrá pasado bien o mal estos últimos 34 años?…
Esas eran las preguntas.
Hace dos semanas lo único claro era que la foto era parte importante de la historia desconocida de Chile, una certeza no menor, pero al fin y al cabo, una certeza incompleta.
Ahora el aura de misterio del retrato se disipa. Aunque Violeta no se sienta halagada por salir en la tapa de una revista que pone mayoritariamente animales en su portada y aunque no le tome el verdadero peso al valor de su retrato, la verdad es que bastaba con que fuera 1973 y con que en su casa la mandaran a protestar a la calle. Después Violeta trabajó, formó una familia e hizo su vida como la inmensa y silenciosa mayoría de los chilenos. No es gran cosa, todo el mundo lo hace, pero es más que suficiente.
Bienvenida a la historia.
ESTA ES VIOLETA
A sus casi 50 años, Violeta carece de las marcas de un pasado traumático en su cara. Cuando se saca sus lentes de sol, sus ojos dicen cosas lindas. Violeta es una mujer viva y risueña que no puede creer que la entrevisten por una foto que se tomó hace tanto tiempo. Una instantánea para la que, en estricto rigor, no posó, porque George F. Mobley el reputado fotógrafo de Geographic jamás le advirtió de que la estaba retratando en medio de la muchedumbre.
«Fue una gran sorpresa. Yo tenía 15 años. Estoy segura de que era marzo del 73 y que estaba en Plaza Italia para la marcha de las cacerolas contra el gobierno de la UP. Nadie me pidió posar y unos meses después, un amigo que estudiaba en Estados Unidos me mandó la revista con mi cara en la portada».
La ropa que llevaba puesta era una especie de simple uniforme de la época para ir a las protestas anti unidad popular: polera roja con jeans apretados. La bandera -recuerda Violeta- se la pasó un amigo que iba en moto. Salir a la calle para ella y su entorno era tan normal como tomar té en la mañana. Si es que había té.
Recuerdo que llegaba del colegio, hacía las tareas y me mandaban por el tour completo: a hacer colas para comprar lo que encontrara y de paso, ir a pararme a las protestas en contra de la UP. La verdad es que no entendía mucho. Iba a la calle porque veía a mi mamá urgida porque faltaban cosas que nunca antes habían faltado y porque todo mi entorno estaba en las mismas».
En esa época, Violeta iba en el Universitario Inglés y vivía en Apoquindo con El Bosque, comuna de Las Condes. A pesar de su tierna edad, su noción de las cosas no se alejaba de la de un gran grupo de chilenos. Si salía a reclamar, era porque no se podían encontrar alimentos básicos, aunque se tuviera el poder adquisitivo para hacerlo y claro, si el Presidente era culpable de aquello, la lógica era que se tenía que ir. Punto. Además, reclamar era casi gratuito: no implicaba un gran riesgo participar: «Nos juntábamos con las niñas de las monjas inglesas y del Villa María y nos íbamos en grupo a protestar a la biblioteca nacional. Era todo súper protegido, ni comparado con lo que fueron los pingüinos el año que pasó».
Aunque haya 15 millones de versiones, todo lo que vino después se conoce. Allende afuera, Pinochet adentro. Y Violeta pasó a ser una más de la inmensa y silenciosa mayoría que no alcanzó a polarizarse por el dolor. La misma mayoría que se quedó en casa ese tórrido día de diciembre en que murió el General.
VIOLETA EN EL AIRE
Apenas cumplió 18, Violeta se convirtió en azafata de Ladeco o auxiliar de vuelo, como a ella le gusta aclarar. Su trabajo calzó con el inicio de la dictadura y con ello comenzó el glamour de vivir dentro de una línea aérea. «Apenas entré, me llevaron a participar del concurso reina del café en Colombia y gané. Raro, porque casi sin preguntarme mi mamá me había llevado a la oficina del gerente de Ladeco para que él me pusiera a trabajar. Al rato empecé a disfrutar del asunto: 11 días en Tahití, 6 en Europa y así me iba, trabajando poco y viajando y ganando mucho».
Violeta fue feliz así. En el trabajo conoció a su actual marido, un piloto comercial con quien tiene dos hijas, ambas en la universidad. Al casarse tuvo que dejar Ladeco por LAN, ya que en esos tiempos sólo mantenían mujeres solteras en el staff de la primera. Por años, Violeta fue la cara bonita que hizo posters y comerciales para LAN. No fue sorpresa tampoco que fuera nominada a participar en el concurso internacional de belleza de auxiliares de vuelo que se realiza todos los años en Punta del Este. Ahí, la bombardearon con preguntas sobre la dictadura. «No, no soy partidaria de Pinochet», decía ella. «Pero tampoco he visto lo que me está diciendo…», aludiendo al Mapocho ensangrentado. Tensión política de lado, Violeta se convirtió en la primera chilena en ganar el concurso. Y como triunfo, ese mismo año fue designada para ser la aeromoza que atendiera al Papa durante su estadía en Chile en 1987.
«Fueron tres días inolvidables. Aunque había un protocolo estricto para tratarlo, su sola presencia era un regalo. Cuando llegamos a dejarlo a Buenos Aires se nos olvidaron todas las normas y lo abrazamos y le dimos las gracias por haber estado con nosotros. Mucha gente se siente afortunada de saludarlo, imagínate yo, que estuve con él tres días».
Aunque Violeta confiesa haber vivido un poco distanciada del clima político del país, no duda en jactarse de conocer al verdadero Chile sobre las nubes. En años de trabajo fue testigo de los cambios en la clase de ciudadano que vuela y pudo conocer todo tipo de conductas del chileno medio sobre un boeing. Los presidentes no fueron la excepción. A Violeta le tocó atender a Pinochet, Aylwin y Frei en el aire. «Volé varias veces con Pinochet y él siempre fue muy amable. Claro que cuando viajaba con su esposa se notaba un cambio en él y en todo su equipo de trabajo. Como que el ambiente se tornaba más tenso porque ella se fijaba que se respetaran los rangos, las composturas y que hubiera más protocolo. De don Patricio no puedo decir mucho porque sólo me tocó volar con él una vez, mientras que a Frei siempre le preparaba cosas dulces porque es fanático de los postres. Él y la Martita eran más cercanos, si a ella la ayudábamos a vestirse y hasta le tuvimos que prestar una cartera una vez que se le quedó su cartera de invierno en Santiago».
«NO SOY UN SÍMBOLO»
Retirada de los vuelos desde el 2001, ahora organiza charlas motivacionales para empresas junto a la sicóloga Pilar Sordo. Pero haga lo que haga, esa coqueta portada en Geographic se encarga de seguir apareciendo en su vida. Así y todo, Violeta, la cara visible de todo un país en una vieja edición de una de las revistas más importantes del mundo, no cree ser el símbolo de una época.
«No tuve un rol fundamental ni como joven ni como madre porque a mí no me tocó perder a nadie de mi familia. Te lo digo sinceramente. Creo que tuve un gran vacío al no ir a la universidad, lo que pudo incidir en que tuviera un rol político más activo en su momento. Ahora, si a mi hermano o un familiar cercano le hubieran hecho algo, yo te aseguro que hubiera sido peor que la Gladys Marín. El tema de los derechos humanos no tiene color político y como siempre le digo a mis hijas: la libertad para pensar y para expresarse es fundamental. Aún así, me veo en la portada de la revista y creo no representar nada porque a mi entorno no le pasó nada…».
Sin embargo, a pesar de su pasado y que reconoce que no supo de la magnitud de las violaciones a los DDHH, hasta entrados los 80, en octubre de 1988 le dijo No a Pinochet: «Para el plebiscito voté por el No, principalmente porque quería un cambio, quería probar algo diferente, porque prácticamente había hecho toda mi vida de la mano de la dictadura», asegura. Y sigue: «He tenido una vida demasiado feliz, sin contratiempos, sin penas grandes. Lo de la National Geographic es la foto de una joven chilena y punto. Una persona que haya sufrido alguna de las cosas graves que pasaron representaría más fielmente el verdadero sentido de los treinta y tantos años que han pasado desde el golpe».
Puede ser, pero los países no sólo se construyen en base de los que sufren. El símbolo de una época, el reflejo fiel de una mayoría silenciosa puede estar en la señora que amasa el pan, en el ejecutivo que toma la micro o en el jubilado que juega ajedrez en la plaza. Ciertamente, también puede estar en la mujer que sale en la portada de Nacional Geographic. Bienvenida a la historia.