¡Heil Pinochet! Todo permitido

Me quedó claro. Voy a organizar un homenaje a Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Mao Zedong, Ströessner. La lista es larga, pues han habido cientos de dictadores en el mundo, quienes han dejado su huella indeleble y encomiable con la cantidad de asesinatos, torturas, secuestros, desapariciones que han permitido bajo su mandato.

Escribe María Elena Andonie,  Periodista  U.C.

En el homenaje  –pasando videos de los campos de concentración nazi y de los baños con sangre de niños, que se daba  Ströessner– se  va a limpiar la cara de estos tiranos, insistiendo en  que todo lo que hicieron tuvo que ver con la lealtad a una causa justificada: proteger a su pueblo, imponiendo por las armas qué decir, qué pensar, qué sentir para lograr la verdadera justicia y la igualdad. Y así transformar a los ciudadanos en soldaditos de plomo marchando al unísono con el pensamiento del dictador. Con esto se fundamentará el que  cualquier atisbo de rebelión de una persona haya sido sancionado con encarcelamiento, tortura, desaparición, ejecución y muerte sin piedad.

Los centenares de dictadores que ya no están y los que continúan ejerciendo el poder, tienen varias cualidades o  virtudes en común. Las más sobresalientes son la perversión, la perfidia, la crueldad, el sadismo, la felonía, lo que ejercen con toda prolijidad. Ellos son los dioses y el pueblo los esclavos. ¡Cuidado con osar desmentir u oponerse a sus ideas! ¡Cuidado con intentar ejercer tus derechos! ¡Cuidado con que se enteren que tú quieres libertad para informar las verdades que vas descubriendo! ¡Cuidado con intentar leer cosas que disientan de su ideología! ¡Cuidado con reunirte a conversar con tus amigos! Serás acusado de subversivo, de estar complotando contra el Estado y la Patria. ¡Sí señores! Miedo, mucho miedo!  Ellos quebrantan la ley. Perdón… no saben de ley. Su ley es la represión. Tal como lo define el Diccionario Esencial de la Lengua Española: “Un dictador es la persona que se arroga todos los poderes políticos y apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”.

Ellos, con su poder omnímodo, mandan a asesinar o torturar sin arrepentimiento alguno. Porque en su mente dicotómica existen los “buenos” –los  sometidos, seguidores de su ideología– y los “malos” –los que disienten e intentan rebelarse. Para los tiranos es legítimo asesinar, ejecutar torturar, encarcelar, hacer desaparecer a los “malos”. ¿A quién le puede importar que bajo los regímenes de Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Mao Zedong se haya asesinado a millones de seres humanos si todo lo hacían en el nombre de Dios, la Patria y la libertad para su pueblo? ¿Por qué a estos genocidas no se les aplica una ley de amnistía, se les perdona y se les olvida? Así el planeta se convertiría en un “mundo feliz”.

Con todo lo que he escrito puedo comprender ahora las causas del homenaje al dictador Pinochet en nuestro país. Lo que, en un principio me provocó indignación, ahora es admiración. Lo que yo pensaba  era una inmoralidad, una falta a la ética (conjunto de reglas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida), es lo correcto. Si bien conozco muy de cerca el desgarro de personas que, bajo la dictadura, les secuestraron, torturaron y asesinaron a sus padres, a mujeres que aún buscan a sus hijos, a sus esposos etc., lo cual me desgarraba a mí también, creo que fue una tontera sentir eso. También  estaba muy violentada, pues estimaba que idolatrar a un asesino en plena democracia era, más que una falta de respeto, un sadismo con  las miles de víctimas de la dictadura, pero parece que no fue así tampoco. Tal como dijo el nieto de Pinochet en el día de su homenaje:  “En 1973 Chile dio un grito fuerte y ese grito se llamó LIBERTAD!”.

Para aclarar mi mente, (me sentía extraña) me dediqué a ver muchos videos que muestran, a mucha distancia del teatro Caupolicán, a seres humanos enfurecidos por este acto gritando ¡Justicia! y a más de mil carabineros y fuerzas especiales que no dejaban acercarse al lugar del acto .Me llamó la atención una mujer gritando desesperada ¡Llevo 37 años esperando justicia para mi hijo! Me asombró constatar los torrentes de agua del huanaco y  una lluvia permanente de bombas lacrimógenas lanzadas desde el zorrillo sin piedad ni siquiera por las mujeres y hombres adultos mayores que aún  portan los carteles con las fotos. ¿Dónde están? También ví cómo se llevaban a jóvenes medio acogotados por tres a cuatro policías para evitar la resistencia. Presencié a uno con sangre en la cabeza. Todos exasperados y sin entender nada.

¡Ellos son los que tienen que comprender! ¡Ellos, que hacen desorden, porque les asesinaron, torturaron, secuestraron a sus familiares! ¡Ellos tienen el deber moral de aceptar que en democracia la libertad no tiene límites! ¡Que en democracia no existen leyes de ética ni de moral! ¿Y para qué?, me pregunto. Si ya me convencí de que los que idolatran al general son las pobres víctimas y  los miles   de “revoltosos”, que alegan y piden justicia, los victimarios.

¿No se dan cuenta de que ellos le han mentido a la historia? Es más, han robado y distorsionado la historia de 17 años de gobierno militar! ¿Y por qué no perdonan y olvidan? ¿Por qué no se transforman en” buenos” y siguen el camino heredado por la Junta Militar? Tal como lo evidenció Augusto Pinochet Ugarte con su frase célebre “Yo solo aspiro a que la historia me juzgue como un hombre que se entregó por entero al país”.

¡Heil Pinochet!

Perdón. Perdón. Vuelvo a mi conciencia. A mi verdadera conciencia, donde no existe el miedo ni la perversión. Y comienzo a recordar los carteles “Que se permita homenajear a un asesino es resultado de una falsa transición” “Homenajear a un asesino es volver a asesinar a cada una de sus víctimas”. Mi indignación crece. Me violento. ¡No puedo resistir tanta injusticia, tanta inmoralidad, tanta falta de respeto, tanto castigo y sadismo con los que sufrieron el terror y el horror! Me violento más aún cuando escucho en los noticiarios y por boca de personas ¡No hay derecho tanta violencia provocada por los manifestantes y los vándalos! ¡Y el escupo a Márquez de La Plata! ¡Qué espanto! Entonces me digo: ¿En qué país estoy? No comprendo. Todo al revés. Recuerdo que no puede haber paz sin justicia. Recuerdo que también se homenajeó al asesino Krassnoff, en “honor a la DINA”. De  que homenajear a Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Mao Zedong, Ströessner, es lo mismo que homenajear a Pinochet. No por la cantidad de  muertos, secuestros, torturas y desapariciones. Sino, porque genocidio significa: ”Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad” Y en esto caben todos. Los centenares de dictadores del mundo son sanguinarios sin piedad, sin ética, sin moral. ¿Acaso en esta democracia no se puede comprender que no es comparable el desgarro y dolor crónico desde hace casi 40 años de las víctimas de la dictadura con los victimarios? ¿Que el gobierno de turno, por ética,  nunca debió reprimir a los manifestantes, protegiendo implícitamente el acto que homenajeaba a un criminal? Entonces me quedo con esto: “Somos los hijos y los nietos de los obreros que no pudieron matar”.

1 comentario
  1. marcel dice

    le faltó un nombre a quien organizarle un homenaje, al inoperante «Allende» la verguenza del pais

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