Inclusión Social y Educación Superior: Una ausencia que duele

En el derecho a la educación superior pública, las miradas de corto plazo no sirven ¿Por qué los parlamentarios no legislan sobre la educación pensando en el rédito que nos da el cobre hoy? Para responder esta pregunta es preciso pensar la educación superior con una racionalidad inclusiva y de largo plazo.

 Escribe Edmundo Leiva Lobos, académico de la Facultad de Ingeniería

Los ejes actuales del debate en torno a la Reforma en la Educación Superior Chilena apuntan al financiamiento, la calidad, el lucro y, en menor medida, a la inclusión social. La idea que jóvenes de bajos recursos, pero con probado desempeño académico entren a la Universidad, recién se pone en el debate público a partir de las movilizaciones estudiantiles que han sucedido en nuestro país. Sin embargo, no es sólo importante que los jóvenes ingresen, sino que se mantengan en el sistema. Luego, es preciso hacer los  ajustes  de rigor para lograr la bien llamada “igualdad de oportunidades”.

Más allá del gobierno actual, el Estado debe garantizar los bienes públicos para todos los chilenos. Sin embargo, arrojar a todo tipo de universidades a competir en un mercado, traiciona la visión de bien común que una universidad completa y compleja tiene. Una universidad tradicional no se reduce a una simple prestadora de servicios. De hecho, las universidades públicas y de calidad son, en efecto, el mejor socio que el Estado puede tener para lograr los objetivos de inclusión social para todos los chilenos.

Es notable que el actual Gobierno reconozca la deuda histórica con la Educación Superior y defina y regule la relación universidad-Estado. Sin embargo, ese reconocimiento no se expresa en una voluntad real de producir los cambios que implicarían una auténtica revolución de la educación, término acuñado por el propio Presidente de la República. Esta falta de voluntad se extiende hacia el Congreso, donde existen parlamentarios con claros conflictos de intereses sobre el tema universidad y lucro. Turbador es observar cómo representantes de posiciones opuestas del espectro político, por igual, se arrodillan ante “su santidad” el dinero, olvidando su compromiso con la educación de calidad e inclusiva.

El neoliberalismo, por definición, es una racionalidad incapaz de comprender el sentido social de la educación superior. En consecuencia, es útil invitar a una racionalidad distinta para que el que gane en este debate sea Chile. En este  sentido, es preciso que el Estado pida a sus universidades inclusión social a través de la equidad en el acceso, tratamiento de las vulnerabilidades de sus estudiantes provenientes de sectores más pobres y la anhelada movilidad social. Estas tres formas de bienes públicos pueden ser alentadas por el Estado a través de contratos específicos con metas concretas con sus universidades públicas.

La inclusión y la calidad en la educación superior, son conceptos complementarios y no divorciados, como han querido hacernos creer en este debate. Lamentablemente, existen demasiadas desconfianzas que hacen que las posturas ideológicas no se encuentren. Se podría avanzar más si las desconfianzas entre las partes involucradas en el debate se pusieran a la luz pública, para que no quedasen en el sustrato oculto de la conversación. Sin embargo, los porfiados hechos muestran que la política ideologizada no puede ser honesta.

En el derecho a la educación superior pública, las miradas de corto plazo no sirven ¿Por qué los parlamentarios no legislan sobre la educación pensando en el rédito que nos da el cobre hoy? Para responder esta pregunta es preciso pensar la educación superior con una racionalidad inclusiva y de largo plazo. La “responsabilidad social” a secas, tal como la definió la ISO 26000, cumple con ese objetivo. Si una Universidad tiene responsabilidad social, ella debe ser capaz de rendir cuenta sobre los bienes públicos que genera hacia la sociedad. La reforma al sistema no sería tan difícil de implementar si las ya existentes agencias acreditadoras de calidad aumentaran su giro y acreditasen la sostenibilidad de las universidades ¿Por qué no?

A la luz de lo planteado, ¿cuáles serían las condiciones que deberían cumplir las universidades para que el Estado las financie? A mi juicio, las que generan bienes públicos, investigación e innovación y son capaces de dar cuenta de ello. Por ejemplo, la Pontificia Universidad Católica de Santiago, siendo una Universidad confesional tiene, entre otras iniciativas, becas y programas para estudiantes vulnerables talentosos que provienen de colegios públicos. Por otro lado, en el proceso educativo los estudiantes universitarios participan en programas de Aprendizaje de Servicio, A+S, donde se conectan con sectores sociales desposeídos del país, que es el Chile real y privado de los beneficios del “crecimiento económico”.

Es importante subrayar que los bienes públicos deben darse en todo el proceso educativo con los niveles de calidad que la ciudadanía de hoy está demandando. Pero el tema de la inclusión social no termina en la Universidad y un proyecto notable en este sentido lo constituye EnseñaChile; en esta iniciativa estudiantes universitarios recién titulados pueden entrar por dos años como profesores a colegios vulnerables. La apuesta consiste en incorporar en este tipo de establecimientos jóvenes motivados y con un fuerte  liderazgo para que intervengan la cultura del profesorado e impacten en los rendimientos de los estudiantes. Cabe destacar que a estos colegios nadie quiere ir a hacer clases por los ya conocidos niveles de desmotivación, violencia u otros factores que son los responsables de los verdaderos “apartheid” en la educación preuniversitaria chilena.

La inclusión social incorpora el ingreso, el proceso educativo y el egreso de la universidad. Además, es preciso el tratamiento sistemático de las vulnerabilidades para evitar la deserción de jóvenes talentosos, pero pobres de nuestras universidades. En este caso, no puedo evitar pensar en un hecho particular que me tocó muy hondo. El académico Francisco Javier Gil, un día le hizo una pregunta a una joven del propedéutico de la USACH: ¿Qué almorzaste hoy? Ella le responde, “nada,… pero no importa, tomo agüita y con eso se me pasa”. Ella no almorzaba porque gastaba en locomoción el poco dinero que tenía para llegar a la Universidad; única esperanza para dejar la pobreza.

Chilenos, ¿cómo podemos seguir siendo insensibles a todo esto? La desigualdad en la Educación en Chile es escandalosa. Nuestro país tiene un desafío histórico: crear una Educación Superior auténticamente inclusiva y de calidad. Ojalá que la mirada estrecha de la vieja generación no arruine el sueño de desarrollo de las nuevas. Estamos en el punto de inflexión para que esto ocurra. Y sólo hace falta voluntad.

*Director de Aprendizaje y Servicio/Universidad de Santiago de Chile

2 Comentarios
  1. Francisco Castañeda dice

    Edmundo acierta completamente. Falta voluntad para asignar mas recursos a la educacion (y no solo mas subsidio a la demanda, como el plan GANE). Se requiere articular la reforma educativa con la estrategia de desarrollo (existe alguna??) para incorporar mas equidad en la sociedad. Una gran reflexión de Edmundo Leiva

  2. WASHINGTON HERRERA dice

    completamente de acuerdo con Ud,en sus juicios, en que la misión de las Universidades tradicionales, es de desarrollar tareas que vayan en beneficio de todos los intereses del país, no solamente hacia un sector que es el Mercado, Chile necesita Profesionales de alto nivel, con los mejores Equipos y Academicos para desempeñarse en todas las Areas Economicas y de servicio, pero como Ud. lo indica en su columna se a desvirtuado en lo general la Misión de las Ues. en el país y los jovenes talentosos proveniente de los quintiles mas bajos no encuentran el apoyo al 100% para lograr su proyecto.
    Espero que sus indicaciones y reflexiones hagan pensar a los legisladores y el Gobierno de turno, las reformas en serio en la Educación y que los jovenes de hoy tengan una respuesta y un compromiso con su país. Lo digo porque muchos jovenes de hoy y de ayer buscan otros horizontes para desarrollarse ya que nuestro país no se las ofrece.
    Los Valores son importantes, un pueblo se destaca por sus principios morales, hoy los jovenes no se destacan por los valores elementales y el día a día no está señalando esta falencia,nuestros actuales profesionales en las diversas Areas, tenemos fallas en los principios Eticos,nuestros Academicos tienen cuota de responsabilidad,educar para el país debe ser lo primoldiar.

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