Cómo es trabajar en Huffpo, el diario web más influyente de Estados Unidos

Tiene 40 millones de visitantes únicos por mes y es el tercer sitio más leído en su país. Ahora también tiene versiones en Gran Bretaña, Francia y España. Un modelo que creció en base a la credibilidad entre sus lectores.

Por Javier Brelli (Infonews y Tiempo Argentino)

Dentro de una pequeña oficina con paredes de acrílico, un joven prolijamente peinado y con una camisa ajustada entrevista a una gran cabeza que responde desde una pantalla plana de varias pulgadas. Frente a él una notebook ultrafina se apoya sobre una mesa redonda de madera. A través de las paredes transparentes se ve a otras personas que caminan entre escritorios y computadoras fuera de foco. Apenas unos pocos libros coloridos que parecen colgar del aire dan cuenta de la división entre la redacción del Huffington Post y el estudio de filmación desde donde se transmite Huffpost Live, el canal audiovisual que recientemente lanzó el sitio web que revolucionó el periodismo digital.

De lunes a viernes y de 10 a 22 horas Huffpostlive trata de replicar en vivo el funcionamiento de su hermano mayor, priorizando noticias de último momento, los trendingtopics (los temas más hablados) de las redes sociales y otros programas cuyos contenidos se adaptan al entusiasmo de los visitantes del tercer sitio de noticias más leído en Estados Unidos (detrás de Yahoo News y CNN.com), según coinciden los ranking de Alexa y Nielsen, dos de las empresas más populares dedicadas a la medición del tráfico en la red de redes.

Un recorrido por la redacción del sitio web que recibe casi 40 millones de visitantes únicos por mes da más pistas sobre este fenómeno. Al menos 150 personas cuya edad promedio no debe de superar los 25 años se sientan a lo largo de extensos escritorios sin divisiones, donde brillan pantallas planas y sobresalen carteles de colores, adornos de cotillón, fotografías de famosos y vasos gigantes de café o latas de bebida energizante. Casi todos tienen la mirada fija en su computadora y una mano sobre el mouse que se mueve enérgicamente. Alguno se levanta con una notebook y busca mayor comodidad en los sillones del lobby o en las mesas que hay en un extremo de la oficina, justo al lado de la pequeña cocina con hornos microondas. No faltan las mesas de ping-pong, el taca-taca y hasta una sala para dormir una siesta en sillones ergonómicos.

«Cuando uno entra a trabajar aquí sabe que esto va a ser prácticamente su vida», cuenta Stephanie, una joven empleada del sitio que comenzó como pasante en 2009 «cuando en las calles de Nueva York casi nadie conocía al Huffington Post». Entonces la redacción era un enclave más bohemio ubicado entre galerías de arte de la zona conocida como Soho, y allí trabajaban unas 80 personas.

En los casi cuatro años transcurridos desde entonces el Huffpo (la abreviatura con la que el sitio se hizo conocido en las redes sociales) casi quintuplicó su personal y multiplicó por diez el tamaño de su oficina al mudarse al moderno edificio de America Online (AOL). Ella creció de pasante no rentada a editora de blogs y luego a editora responsable de una de las 50 secciones del sitio web. Al día de la fecha es una de las más experimentadas en el tercer piso del edificio de la calle Broadway 770, a pesar de contar con sólo 23 años.

Stephanie es una superviviente de una cultura digital que no conoce de «horarios de oficina»: empieza a trabajar a las 7 de la mañana y chequea por última vez el sitio desde su casa a las 23 horas. Sus tareas consisten en revisar los contenidos que envían los colaboradores gratuitos y seleccionar las noticias más importantes que les proveen las agencias con quienes tienen convenio para su publicación. A la vez, debe actualizar cuatro veces por día la noticia principal de su sección, seleccionando para ello la fotografía que irá en la portada, y tiene que ocuparse de mantener actualizadas las cuentas en Facebook y Twitter. Para todo ello cuenta con un equipo compuesto por dos editores asociados, también de la generación multitareas.

El tipo de trabajo y la baja remuneración hace que la rotación sea una constante en la redacción. Sin embargo, a contramano de lo que podría pensarse en un lugar donde la mayoría tiene acceso a publicar contenido, hasta el momento no ha habido ningún intento de hackeo o boicot contra el sitio. Stephanie cree que eso se debe a la fidelidad desarrollada por Arianna Huffington en sus arengas habituales y a la propia adicción que crea el portal entre sus empleados.

La intensidad con que funciona la organización es equivalente a la velocidad de su desarrollo. La historia oficial del Huffington Post cuenta que se inició en 2005 como un emprendimiento de Arianna Stassinopoulos, una periodista griega radicada en los Estados Unidos y divorciada del millonario ex diputado republicano Michael Huffington, de cuya unión conservó el apellido que luego usó en el sitio web.

Un millón de dólares fue la inversión inicial de aquel proyecto, que pretendía servir de plataforma para reunir los blogs de las «mentes más brillantes» del país, según palabras de su fundadora.

La idea se fue puliendo y se incorporaron periodistas gráficos experimentados como editores y se agregaron contenidos producidos por otros. Una vez que el sitio descubrió el valor de la fidelización de los usuarios y la potencia de los contenidos virales en Internet, su camino a la masividad quedó allanado. En febrero de 2011, a menos de seis años de su lanzamiento, The Huffington Post fue venido a AOL en 315 millones de dólares.

La fundadora quedó como directora de la empresa y con el impulso de la adquisición comenzó una etapa de expansión internacional. En mayo de 2011 apareció la versión canadiense, en julio del mismo año la británica, en enero de 2012 la francesa y en junio último la española. Todas conservan el apellido del ex marido de Arianna, que ya se transformó en marca registrada a nivel global.

Arianna aparece primera en el listado de integrantes del sitio web. Su cargo es de presidente y editora en jefe. Debajo suyo figuran unos 350 empleados, también editores del Huffington Post en los Estados Unidos, cuyas categorías sólo se diferencian por el título secundario: ejecutivo, senior, asociado o asistente.

La redundancia en los nombres de los puestos de trabajo no es casual. En la edición de contenidos radica la clave que la presidenta siempre destaca: «los lectores quieren que lo que ocurre en el mundo les sea filtrado», explicitó en una entrevista publicada en el diario El País el 11 de octubre del año pasado.

Además, los consumidores de información «quieren que ese filtro se haga entre una multiplicidad de fuentes. No quieren escuchar sólo a un grupo de periodistas autoproclamados como la voz de la autoridad. El lector también espera que se le filtren mensajes de Twitter, o de Facebook, ya sea en la Primavera Árabe, o en un terremoto», agregó.

En ese factor clave que destaca su fundadora también reside una de las grandes polémicas derivadas de la aparición del Huffpo: ¿cómo dirime el periodismo la aparición de una web que pone en un mismo nivel usuarios del sitio con periodistas supuestamente capacitados para informar?

Apocalípticos e integrados se devanan los sesos en la disyuntiva mientras los avances no se detienen. Las estadísticas muestran que a los lectores de noticias por Internet no les preocupa mucho ese debate.

Demanda por pagos

En abril de 2011, dos meses después del anuncio de la venta del Huffington Post a AOL por 315 millones de dólares, una demanda judicial dejó al desnudo el funcionamiento del popular emprendimiento digital, cuando un grupo de blogueros exigió un tercio del precio de compra en compensación por el valor que habían aportado al sitio web con sus contenidos.

La demanda colectiva iniciada por el ex presidente del Gremio Nacional de Escritores de EEUU, Jonathan Tasini, reunió a más de 9 mil usuarios que escribían cotidianamente de forma gratuita en los blogs que el sitio ofrece y para los que el Huffpo tiene destinada una de las tres columnas que ocupan el ancho de la página web. La defensa argumentó que nadie “los obligó a escribir” y que cuando empezaron a hacerlo sabían que no recibirían pago a cambio de ello. A fines de marzo de este año, tras casi un año de litigio, los tribunales de Nueva York fallaron en favor de AOL.

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