Las plantaciones no dejan ver el bosque

Por Javier Sánchez, director en Fundación Humedal Nativo y Fundación Territorios Colectivos

En febrero de 1800 Alexander Humboldt llegó hasta el Lago Valencia, a 150 kilómetros de Caracas.

Tras algunas observaciones, registró: “Bosque muy diezmado”. En ese lugar hizo la primera relación entre actividad humana y su impacto en la naturaleza:

“Cuando los bosques se destruyen, como han hecho los cultivadores europeos en toda América, con una precipitación imprudente, los manantiales se secan por completo o se vuelven menos abundantes. Los lechos de los ríos que permanecen secos durante parte del año, se convierten en torrentes cada vez que caen fuertes lluvias en las cumbres. La hierba y el musgo desaparecen de las laderas de las montañas con la maleza y entonces el agua de lluvia no encuentra ningún obstáculo en su camino: y en vez de aumentar poco a poco el nivel de los ríos mediante filtraciones graduales, durante las lluvias abundantes forma surcos en las laderas, arrastra la tierra suelta y forma inundaciones repentinas que destruyen el país”[1].

Si Humboldt viviera, visitara Chile y dijera lo que dijo hace más de 200 años, sería acusado de criticar la actividad forestal. Porque aunque es de sentido común cuestionar los impactos de plantaciones forestales exóticas de rápido crecimiento en el entorno donde se insertan, se asume como un ataque a una industria cuyo despegue está inevitablemente ligado a la dictadura.

Porque no se puede entender esta actividad, sin recordar que una de las primeras medidas adoptadas por la junta militar fue, en 1974, el Decreto Ley 701 de fomento forestal que a través de una Conaf dirigida entonces por Julio Ponce Lerou, entregó crecientes bonificaciones a suelos con aptitud forestal.

Como lo señala la ecóloga Fernanda Salinas[2], mientras en 1978 existían unas 700 mil hectáreas de plantaciones, éstas se incrementaron en 50 mil hectáreas anuales hasta 2012, llegando actualmente a más de tres millones de hectáreas.

Al hablar de superficies, la gran industria y Conaf exhiben solo cifras globales sobre las hectáreas de monocultivos forestales exóticos a gran escala, y se agrega: “pero la superficie de bosque nativo es de más de 14 millones de hectáreas!”, buscando minimizar la expansión industrial. Lo que no dicen es que un 77% de dichas plantaciones están en Biobío, Araucanía y Maule, con superficies mayores a las de bosque nativo (Salinas, 2020).

Para peor, la Ley 20.283 sobre Recuperación del Bosque Nativo y Fomento Forestal, no se aplica adecuadamente y se deja a la libre interpretación el cambio de uso del suelo, como lo evidencia el Dictamen 6.271 de la Contraloría General de la República, de marzo de 2020, que mostró como Conaf autorizó la tala de más de 22 mil hectáreas de bosque nativo entre 2008 y 2020, para su uso con fines agrícolas,

Como si eso fuera poco, y ante la ausencia del DL701, la Comisión Nacional de Riego y Corfo, dispusieron millonarios recursos para riego y diversos proyectos productivos, contando entre sus beneficiarios a empresas forestales, viñas, agrícolas e inmobiliarias (Terram, 2020[3]).

Por estas y otras razones -como la relación hostil que tienen las grandes forestales con las comunidades mapuche y la pobreza de las comunas donde se ubican- es llamativo que Conaf insista en teñir de verde esta actividad económica, hablando de “gestión forestal sustentable”[4], buscando asociarla a medidas que buscan mitigar los impactos del cambio climático, mientras por otro lado se oponen tenazmente a un proyecto de ley que busca someter a esta actividad a la evaluación ambiental[5].

Es clara la diferencia entre bosque y plantación de árboles. Los servicios ecosistémicos del primero son muchos y superiores a cualquiera que pudieran prestar las plantaciones, sobre todo en materia hídrica. Sin embargo, las empresas que crecieron al alero de la norma pinochetista, la Conaf y otros servicios de mirada economicista, siguen negándose a ver lo que Humboldt, ya hace más de dos siglos, veía con claridad.

[1] Wulf, Andrea. “La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Von Humboldt”. Taurus editores, 2017, pág. 86.

[2] “Presupuesto 2021: Continuará financiando monocultivos forestales?”, en https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/11/01/presupuesto-2021-continuara-financiando-monocultivos-forestales/

[3]https://www.ciperchile.cl/2020/11/30/el-avance-de-la-desertificacion-las-22-mil-hectareas-de-bosque-nativo-que-conaf-aprobo-talar-sin-reforestar/

[4] https://www.elperiodista.cl/chile-avanza-en-ranking-de-desarrollo-humano-y-ambiental-impulsado-por-rol-de-los-bosques/

[5] Proyecto de ley, en primer trámite constitucional, que tiene por objeto someter a la evaluación de impacto ambiental todos los proyectos de desarrollo o explotación forestal (Boletín N°11.696-12).

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