Medios de comunicación en Chile: Los cruzados intereses de la prensa nacional

El ingreso de los grupos Bethia y Luksic a la TV, la alta concentración de la propiedad de la prensa escrita -donde Copesa tiene una diversidad de empresas en rubros de toda índole-, así como un espacio radiofónico controlado en un 60 por ciento por una sola compañía, muestra cuan feble es el pluralismo mediático y cómo, cada vez más, el periodismo puede servir a otros intereses. No en vano, Chile cayó 47 puestos en el ranking que elabora anualmente la organización Reporteros sin Fronteras.

Por Francisco Martorell

Antes de que Bethia comprara Mega, el ahora ex canal del grupo Claro, María Olivia Monckeberg escribió en su libro “Los magnates de la Prensa” que era una amenaza para la libertad de expresión y la propia democracia la concentración de los principales medios de comunicación y sus vinculaciones con el poder político y económico”.

No era un misterio en esos años, cuando hasta el actual presidente Sebastián Piñera era propietario de un canal de TV, que grandes empresarios, con vinculaciones políticas y la mayoría adscrito a ideologías conservadoras, incursionaran en todos los medios posibles, audiovisuales y escritos.

Para la profesional, quien obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, el dejar hacer al “mercado”, además de consolidar a los grupos de poder dueños de los medios, permitía levantar “un cerco de marcado corte ideológico financiero que incomunica a los habitantes del país”.

“En la mayoría de los casos, decía Monckeberg, los dueños de esos medios constituyen importantes grupos económicos entrelazados con otros de similar influencia y poder; a ellos se suman los ‘avisadores’ que invierten en publicidad en entidades afines a su modo de pensar”.

Para el rector de la Universidad Diego Portales y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, esta situación que teoriza la periodista se graficó en la forma en que la prensa trató el caso Karadima. “¿Por qué, se preguntó el abogado, lo que habría interesado a los periodistas de cualquier parte del mundo, entre nosotros se ha tratado con pinzas y casi con el lenguaje formulario de un parte policial?”. Peña dice que eso ocurrió porque el sacerdote fue el guía espiritual de casi una generación entera de la elite conservadora. “Esas mismas redes e influencias casi atmosféricas son, con toda seguridad, las que de manera soterrada y tácita hicieron que, en su momento, los medios trataran el asunto casi aguantando la respiración, con el cuidado y el escrúpulo de quien camina pisando huevos”, explica el rector de la UDP.

“Se trata de un empresariado ideológicamente homogéneo que claramente no se la va a jugar por la diversidad sociocultural” aportan desde el ensayo “Concentración económica de los medios de comunicación”, Osvaldo Sunkel y Esteban Geoffroy.

Sobre llovido

Tal situación, que ya analizaba Monckeberg en el libro señalado, pareció ser indiferente para el resto de la población, especialmente para las autoridades de la Concertación que, mientras estuvieron en La Moneda gozaron de los beneficios de “controlar” la autonomía del canal estatal y la hiperdependencia ministerial del oficialista diario La Nación…

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3 Comentarios
  1. Pablo dice

    Una subcripcion digital es necesaria para los que vivimos afuera, interesantes los articulos
    Con Ganas

  2. jorge ihnen ebensperger dice

    FRANCISCO mARTORELL,DE ACUERDO DEL CONTROL DE LOS MEDIOS POR ALGUNOS GRUPOS ,PERO EL 80% DE SUS PERIODISTAS SON DE TENDENCIA DE IZQUIERDA,,,NO TAPE EL SOL CON UNA MANO.O MEJOR NO VENDA POMADAS CHINAS.

  3. Enrique dice

    «… pero el 80% de sus periodistas son de tendencia de izquierda». ¿Esa estadística de dónde salió? En el hipotético caso de que un periodista de izquierda trabajara en un medio conservador ¿tendría que hacer lo que dice el editor o no? Es una cosa de lógica ¿no? Si yo soy vegetariano y trabajo en mac donalds y hago activismo con los clientes recomendando que no coman hamburguesas, me echan en 5 minutos. Obvio. Ahora, el mismo caso podría afectar a un periodista conservador en un medio de izquierda, en el supuesto de que quien tiene o ejerce el poder fuera de «izquierda» (auténticos progresistas), cosa que podría pasar, pero no en Chile, al menos en este momento.

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