Proceso constituyente: la oportunidad para cuestionar

Chile se encuentra frente a una oportunidad histórica para pensar con mirada de futuro, cuál es la sociedad que queremos construir.

Por Verónica Figueroa Huencho, académica mapuche

Chile se ha convertido en un país pionero al aprobar la paridad en un proceso constituyente. Ninguno, hasta el momento, había logrado avanzar en esta materia. Sin embargo, con argumentos sólidos se logró convencer a una clase política que no siempre está a la altura de las circunstancias. Sin duda, uno de los principales desafíos a los que nos enfrenta este proceso constituyente es romper con las lógicas del modelo de Estado-nación, homogeneizante y monolítico, que ha impedido por siglos la representación efectiva de las minorías, de las mujeres y de los pueblos indígenas.

Queda pendiente la discusión en el Congreso respecto de la participación de los pueblos indígenas a través de los escaños reservados.

Si bien para algunos sectores esto supone distorsionar las reglas del juego democrático, nada más lejos de la verdad. La democracia debe buscar la representación de los sectores históricamente excluidos de los proyectos estatales, cuyas voces no han tenido la oportunidad de ser escuchadas.

La excusa de la existencia de una sola nación, de una sola ciudadanía, de la existencia de un solo bien común ya no encuentra asidero en una sociedad que debe enriquecerse de su diversidad, pero a través del reconocimiento de derechos políticos.

Chile se encuentra frente a una oportunidad histórica para pensar con mirada de futuro, cuál es la sociedad que queremos construir. Una sociedad que, a diferencia de lo que ha ocurrido en procesos anteriores, busca participar activamente en la toma de decisiones respecto de temas sustantivos que afectan su calidad de vida y las posibilidades futuras de convivencia, pero relevando su carácter diverso. La Constitución expresa los acuerdos sustantivos de esta convivencia, de derechos y de distribución del ejercicio del poder. Los que hasta ahora habían sido definidos desde una sola mirada: la occidental, masculina, patriarcal, lo que ha influido de manera importante en la realidad que nos ha tocado vivir como pueblos indígenas, como mujeres, como minorías.

Todo cambio implica una tensión. Pero las transformaciones requieren de cuestionamientos. Debemos cuestionarnos los conceptos y prácticas que han guiado nuestro devenir, los ideales de la república, las prácticas de la democracia, del ejercicio de la ciudadanía, de la valoración de la igualdad y el individualismo por sobre la equidad y el reconocimiento de lo colectivo. Hoy podemos hacer posible la emergencia de nuevas ciudadanías, culturalmente diferenciadas, sustentadas en la autodeterminación como derecho legítimo de las naciones y pueblos indígenas, en la participación efectiva de las mujeres en los espacios de poder en condiciones reales de equidad, reconociendo el derecho negado a salir de los espacios privados, a colaborar de manera activa en la búsqueda de soluciones a problemas emergentes, urgentes. No me cabe duda que hemos iniciado el camino hacia una nueva forma de convivir, que a diferencia de procesos anteriores, será protagonizada por los que la historia negó.

Llegó el momento de cuestionar.

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