Sesenta y siete

Francisco MartorellEl bicentenario nos une en muchas cosas y nos divide en otras, como ocurrió en septiembre de 1810, donde no todos querían ser tan independientes ni patriotas, pero otros los obligaron a serlo.

Escribe Francisco Martorell / Director de El Periodista

Al terminar esta columna, los mineros continúan atrapados, las sondas avanzan tanto como los medios de comunicación en la intimidad de las familias de éstos y los presos políticos mapuche prosiguen su huelga de hambre.

Ambos hechos, sintomáticamente contradictorios en su origen, parecían convertirse en las dos caras con las que Chile enfrentaría los doscientos años desde que un grupo de patriotas decidió formar una junta de Gobierno para jurarle lealtad al rey de España y no al invasor francés.

Pero, finalmente, han tendido a unirse y mostrar al Chile real. No sólo porque sensibilizaron a la población sino porque el accidente y la huelga tienen su punto de partida en la injusticia, la laboral y la que los pueblos originarios sufren desde hace siglos.

Lo bueno y destacable hoy es que los dos sucesos mencionados, además, importan al ciudadano y obligan al gobierno y a la oposición a enfrentarlos con la misma dedicación.

Hace unas semanas, la vida de los huelguistas parecía ser un tema menor, tanto para algunos medios como para los políticos en general. Hoy no es así. Los mapuche procesados bajo la muy estricta ley antiterrorista han logrado que su voz sea escuchada y su huelga, igual que en el caso de los mineros, acapara la atención internacional.

Cualquiera sea el desenlace, en ambos casos, Chile no tendría que ser el mismo cuando los mineros sean rescatados o los mapuche acaben su medida de fuerza.

Ello porque la oscuridad de la mina San José permitió alumbrar la precariedad del trabajo en la minería chilena y el ayuno de los mapuche mostrarnos cuan equivocados estaban aquellos que le confirieron a la ley antiterrorista un carácter tan amplio que de por sí resulta injusta y hasta impracticable. Además, una vez más, queda en entredicho y fuertemente cuestionado que a civiles se los juzgue en tribunales militares.

De más está referirse a la xenofobia y discriminación. No en vano, páginas más adelante, Elicura Chihuailaf nos recordará que Chile, nuestro país, no reconoce su “hermosa morenidad”. Así como la merecidamente premiada Isabel Allende asegura que lo que más le duele del país es su marcado clasismo.

Estas dos caras del bicentenario, previo a fiestas donde el consumo de alcohol y el desenfreno serán la tónica, nos obliga a reflexionar sobre qué tipo de sociedad pretendemos y cuáles son nuestras urgencias.

El poeta mapuche y la escritora chilena nos señalan dos de ellas. ¡A abordarlas entonces!

Sin duda, hemos avanzado y tenemos un país mejor. Pero, con certeza, aún no es equitativo. Ni en Educación. Ni en Vivienda. Ni en Salud. Ni en trato a los pueblos originarios. Ni en sustentabilidad.

Lo bueno es que en el diagnostico ya existe consenso. Ese paso, que decenas de naciones no han podido dar y se enfrascan en luchas fratricidas, está cumplido. Hemos sido capaces de mirarnos al espejo, gracias a 33 mineros y los 34 mapuche, unidos casi en número y completamente en objetivos. Los dos grupos quieren salir, estar con los suyos, disfrutar de una vida normal, sin tener que entrar presionados a una mina que “gotea” o pelear por la tierra que les fue despojada. Ambas luchas, arduas y desiguales, son una lección para todos. Aprenderlas para que no ocurran nuevamente es la tarea.

El bicentenario nos une en muchas cosas y nos divide en otras, como ocurrió en septiembre de 1810, donde no todos querían ser tan independientes ni patriotas, pero otros los obligaron a serlo.

Hoy los 67, más allá de sus diferencias, son el símbolo de una sociedad que debe buscar con ahínco llegar a su tercer centenario en mejores condiciones. Es la tarea, rescatarlos a todos, para construir un país inclusivo, con su diversidad, como son las grandes naciones.

1 comentario
  1. inaki dice

    Señor Director: lo felicito por tan notable resumen de la sociedad chilena. todos esperamos expectantes el regalo de este viejito pascuero que nos traería el regalo «país desarrollado» este bicentenario.

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