Si hoy Baquedano cae a machetazos, lo que ahí se instale en estos días -tarde o temprano- correrá la misma suerte

Nadie tiene garantizado, en una sociedad libre, que sus ideas serán las que seguirá la mayoría. Imponerlas por la fuerza de la razón es el camino.

Por Francisco Martorell Cammarella, director Multiplataforma EP

Los únicos que no pueden ganar, al final de esta revuelta social que hemos vivido en Chile durante los últimos meses, son los narcos, los corruptos y los malintencionados, sean del bando que sean. Tampoco pueden hacerlo los violentistas o los que descreen de la libertad, no respetan los DDHH y están contra una sociedad inclusiva y con mayor equidad.

Francisco Martorell

Una país moderno se funda, crece y avanza en ciertos consensos básicos que permiten el buen desarrollo. De ahí en más, todas las ideas valen. En la discusión democrática, cuando la cancha es pareja, a veces ganan las mejores. Otras veces no y es toda la sociedad la que lo paga. Para algunos, el ejemplo de ello puede ser hoy Venezuela; para otros, la Alemania de Hitler. Y, por qué no, el Estados Unidos de Trump o el Brasil de Bolsonaro. Casos hay muchos en la historia.

Nadie tiene garantizado, en una sociedad libre, que sus ideas serán las que seguirá la mayoría. Imponerlas por la fuerza de la razón es el camino. Por la fuerza, a secas, no, porque se deslegitiman, pierden adeptos y engendra odio y violencia. Aunque sí, muchas de las ideas que hoy nos rigen, de ahí el descontento social, tienen ese origen, no solo en los 17 años de dictadura, sino en la forma en que se construyó la sociedad chilena en estos dos siglos. Ello, si bien puede servir como excusa y hasta justificación para cambiarlas con el mismo método, en la práctica no servirá.

Si hoy Baquedano cae a machetazos, lo que ahí se instale en estos días -tarde o temprano- correrá la misma suerte. Solo el consenso, la paciencia, el trabajo inteligente, la acumulación de pensamiento crítico, la educación y el esfuerzo, harán que los cambios sean duraderos y beneficiosos para las grandes mayorías. Aquellos otros, más efímeros, han demostrado que se pudren por dentro o por fuera, pero igual se descomponen. La historia así lo ha dicho.

Hay que acumular fuerza, sí, para que las buenas ideas triunfen. Empecemos en abril y luego hagamos una gran Constitución. Sería un buen comienzo. Ganaríamos los que, en esta partida, tenemos que hacerlo.

 

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