Silvana Pampanini, 95 años de una olvidada pionera del erotismo italiano

Si bien la publicidad de esos años apuntaba a las opulencias físicas de las chicas, la mayoría superaba con creces y capacidades artísticas lo insinuado a los espíritus impacientes azuzados por los productores: eran buenas en el drama y la comedia, tenían personalidad propia y hasta superaban en boletería a sus compañeros varones. (Télam)

La segunda posguerra posibilitó a Italia lanzar al mundo actrices como la romana Silvana Pampanini, que había nacido el 25 de septiembre de 1925 y que mañana cumpliría 95 años, una mujer de amplios atractivos físicos que lució en el cine, el teatro y la TV de su país con el trampolín de haber sido Miss Italia 1946.

Falleció en 2016 y antecedió a una generación de importantes figuras del cine de su país en aquellos días en que aún se filmaba en blanco y negro, en la que también daban brazadas quienes luego fueron famosas como Sophia Loren, Silvana Mangano y Gina Lollobrigida, a la que habría que agregar a la aspirante Marisa Allasio. Claudia Cardinale aún estaba lejos.

Si bien la publicidad de esos años apuntaba a las opulencias físicas de las chicas, la mayoría superaba con creces y capacidades artísticas lo insinuado a los espíritus impacientes azuzados por los productores: eran buenas en el drama y la comedia, tenían personalidad propia y hasta superaban en boletería a sus compañeros varones.

Marisa Allasio, la que más podría asimilar sus personajes a las chicas de un barrio, apareció como una bala en 1952 y tuvo la oportunidad de irrumpir en la superproducción «La guerra y la paz», de King Vidor, pero luego tomó parte en títulos como «Las chicas de hoy» (Luigi Zampa), «Pobres… pero bellas», «Venecia, la luna y tú» y «Hermosas pero pobres» (Dino Risi), «Marisa la coqueta» (Mauro Bolognini), «Susanita toda crema» (Steno), hasta que ofreció su última cinta «Arrivederci Roma», del estadounidense Roy Rowland.

En 1957 fue la primera en abandonar los sets para casarse con el Conde Pier Francesco Calvi di Bergolo, hijo de la princesa Yolanda de Saboya, nieto de Víctor Manuel III y Elena de Montenegro y futuro padre de sus hijos Carlo Giorgio Dmitri Drago Maria Laetitia dei Conti Calvi di Bergolo y Anda Federica Angelica Maria dei Conti Calvi di Bergolo. Fin de esa historia.

En cambio «la» Pampanini –como se ensalzaba entonces a las mujeres sobresalientes en el teatro y en la ópera- enardeció al público de Italia, viajó y filmó en Francia, Japón, México y la Argentina y escandalizó al público rioplatense en el verano de 1952 al aparecer junto a una pileta en bikini, una prenda de baño que enardeció a través de las revistas semanales la imaginación de muchos y muchas.

Casualmente, en ese Segundo Festival de Cine de Punta del Este -que el visionario argentino Mauricio Lipman había inventado un año antes para vender terrenos en el páramo que luego sería el famoso balneario uruguayo-, Homero Alsina Thevenet y Emir Rodríguez Monegal, dos lumbreras locales, vieron «Juventud divino tesoro» y descubrieron para el mundo que Ingmar Bergman era un artista mayor.

En 1955 Silvana visitó Nueva York y Hollywood pero rechazó ofertas de trabajo porque no hablaba apropiadamente el idioma inglés y aparte tenía algunos problemas con la oficina de impuestos. Loren tan solo incursionó en América del Norte en 1957 con «La estatua desnuda», del rumano Jean Neguslescu, cuando ya había dejado atrás sus papeles de nudista en películas de romanos para exportación.

Silvana nunca se casó pero se la supuso una verdadera cazadora de galanes, lo que contribuyó a su aura escandalosa: se la vinculó con varios monarcas de Medio y Lejano Oriente, a actores como Tyrone Power y a un admirador frustrado como Orson Welles, a quien respetaba como creador pero calificaba de «demasiado gordo».

Siempre desmintió toda clase de romances duraderos y se habló de una relación con un multimillonario cuyo nombre jamás trascendió.

Su carrera cinematográfica nunca estuvo a la altura de su figura pública, tal vez porque no tuvo detrás a ningún cineasta cuya talla pudiera modelarle un mito –entre una multitud de directores de segunda categoría solo resaltan los nombres de Abel Gance («La torre de Nesle») y Pietro Germi («La presidenta»)-, mientras figuras como las citadas Loren, Lollobrigida, Mangano y aun Cardinale venían pisando fuerte.

Curiosamente, la última película con Pampanini fue «Un italiano en la Argentina» (Cine Ópera y simultáneos, 1965), un pastiche filmado en Mar del Plata, dirigido por Dino Risi y Ettore Scola, estelarizado por Vittorio Gassman y Amedeo Nazzari, en cuyo elenco también aparecían Guido Gorgatti y Nora Cárpena.

También incursionó en el teatro al hacer una función en Santiago de Chile junto a Estela Raval y Los Cinco Latinos.

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