The Great Hack: Cuando los datos personales valen más que el petróleo

Por Miguel M. Reyes Almarza*

Probablemente en el viaje virtual que le llevó a usted al cabo de unos cuantos ‘clics’ a leer este artículo, por decisión o curiosidad azarosa, cientos de datos personales fueron almacenados por distintas plataformas para su posterior comercialización. Y no se trata del sitio en particular donde se aloja la reflexión que sigue y que en el peor de los casos recomendará algún vino, película o compañía telefónica, se trata de organizaciones transnacionales que se apoderan de datos específicos de nuestra personalidad y que ayudan a grandes grupos de poder a modificar las conductas de consumo acerca de las ideologías que fomentan tal o cual verdad de moda.

Miguel Reyes

¿Qué tan vulnerables son nuestros perfiles en redes sociales? ¿Leemos los términos y condiciones a la hora de ser parte de la red de redes? ¿Es posible que hagan dinero con nuestros datos sin que nos demos cuenta? ¿Hemos votado alguna vez en una elección guiados por ‘la mano’ virtual de empresas financiadas por grandes grupos de poder? ¿Mucha paranoia?

Hablamos hoy de “The Great Hack” (2019), traducido como “Nada es privado”, el más reciente y polémico documental de Netflix que relata en las voces de algunos de sus protagonistas el escándalo de piratería de información de la empresa de minería de datos y comunicación estratégica Cambridge Analytica en complicidad con Facebook desde el año 2015 y que entre otros manejos cuestionables llevó a manipular procesos eleccionarios de alto nivel. La película dirigida y producida por Karim Amer y Jehane Noujaim, los mismos realizadores del documental acerca de la crisis egipcia en la ‘primavera árabe’ (La Plaza, 2013) logró ser tendencia en su estreno y encumbrarse como una de las producciones de no ficción más vistas en streaming en lo que va del año.

El trabajo, muchas veces más parecido a un ‘thriller’ político –aunque eso no le resta mérito ya que en el fondo las repercusiones son literalmente terroríficas para los ciudadanos- se desarrolla sobre la mirada de tres protagonistas desde sus respectivas trincheras. El profesor universitario David Carroll, quién además de investigar los escándalos acerca del mal uso de información personal en redes sociales lleva una demanda en contra de Cambridge Analytica (CA) para que le devuelvan lo suyos; La periodista de The Guardian, Carole Cadwalladr, que indagó el caso en profundidad develando su eventual relación con la emergencia del Brexit en el Reino Unido y Brittany Kaiser, ex colaboradora y ejecutiva de CA y principal inquisidora en el juicio contra la empresa.

Con un relato en ‘tiempo real’ sin opiniones descontextualizadas como las del estilo ‘reality’ -lo que se agradece- la historia avanza desde la decisión de Kaiser de contar su verdad, el respaldo del profesor Carroll para así darle más fuerza a su propia demanda –siendo la voz en off de la cinta- y el aporte periodístico de Cadwalladr en las ramificaciones políticas del escándalo.

Seguramente lo más relevante para el mundo político son las implicaciones de la minería de datos en la creación de ‘fake news’ y otros tantos artilugios persuasivos para dirigir procesos eleccionarios que hoy están en tela de juicio como es el caso del triunfo del Brexit en el Reino Unido, Trump en EE.UU. e incluso Mauricio Macri en Argentina quien es implicado con una pequeña mención en el documental. Todos vencedores con base en información privilegiada de los votantes indecisos.

Lo interesante del ‘modus operandi’ es que CA accede a millones de perfiles psicométricos de usuarios, sobre todo aquellos que respectan a los rangos de personalidad y comportamiento para hablarles directamente reafirmando sus miedos y frustraciones –ambas emociones que motivan la acción instantánea a nivel público- para así incidir en la forma en que toman decisiones. Todos estos datos en su gran mayoría fueron proporcionados por Facebook empresa que trabajaba codo a codo con CA y que según sentencia de la semana pasada deberá pagar US$5.000 millones como multa por las malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos de los usuarios, sanción emitida por la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos. Los datos de más de 87 millones de usuarios de la plataforma social fueron compartidos sin consentimiento de sus dueños violando así la privacidad de los consumidores. En el caso de las elecciones presidenciales que llevaron a Donald Trump a la silla presidencial, Facebook, por ejemplo, hizo correr un test de personalidad donde los usuarios de Estados Unidos sin coacción alguna entregaron información personal de todo tipo que después se utilizó para dirigir el voto a favor de los republicanos.

Más allá de las grandes conspiraciones que pueden leerse tras el uso delictual de nuestros datos es preocupante la facilidad con la cual los entregamos siendo quizás la moraleja más ejemplar que podemos desprender del documental. Desde los ‘likes’ que entregamos a inofensivas fotografías de nuestros conocidos, hasta la información personal para acceder a una aplicación que nos envejece o nos dice qué significa nuestro nombre. No somos capaces de poner atención en el control que le damos a las grandes empresas que trabajan con Big Data, de manera voluntaria y sin ningún tipo de resguardo. Nuestra huella digital nos pone en evidencia a cada segundo ya que similar al primer principio de la Ley de la Termodinámica, nuestros datos en el mundo virtual jamás desaparecen, solo se transforman.

Siempre pensamos que el futuro y la alta conectividad serían beneficiosas para las comunidades ávidas de socializar no obstante y como diría Orwell en su obra 1984 al parecer “El progreso tecnológico se permite solo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana.” Cuando nuestra información –parafraseando a Kaiser- es más preciada que el petróleo, es evidente que alguien iba a invertir gustoso en su control. Está en nuestras manos al menos reducir tal impacto.

★★★☆☆ (3 ½ sobre 5)
*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

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