Una nueva forma… de oponerse

Francisco Martorell

Por Francisco Martorell Cammarella

Durante la campaña electoral 2009, el ahora presidente Sebastián Piñera, entonces candidato de la oposición, sacó ventajas a sus competidores al ofrecerse como el “cambio” y anticipar una “nueva forma de gobernar”.

Las pocas semanas que lleva en el cargo, luego de la emergencia producida por el terremoto, no han permitido mostrarnos cuán distinta es esa forma, pero el discurso del 21 de mayo sí fue algo palpable de aquello que se anunciaba: el mandatario se mostró propositivo y sus proyectos fueron creativos.

El tiempo dirá cómo se materializarán y qué saldrá en definitiva de esas ideas, especialmente aquellas que requieren de la aprobación del Congreso Nacional para ejecutarse.

Más allá de lo que haga o deje de hacer el Presidente, para concretar un buen gobierno, requiere también de una buena oposición. La que ejerció esa tarea hasta marzo de este año, en muchos casos, no dejó hacer, aunque fue el propio oficialismo en la mayoría de las veces quien se inhibió de avanzar en su programa.

La oposición de hoy, tras su derrota en enero, se ha dado vueltas en tres temas y, de alguna manera, dos de ellos ya se han despejado, dejándola en un mal pie para los meses venideros. Los aclarados son los relacionados con los conflictos de interés del Presidente y sus ministros. Sebastián Piñera vendió Lan, Chilevisión y la Clínica Las Condes. Sus ministros están siendo escrutados por la prensa y difícilmente se atrevan a mezclar sus negocios con los intereses del Gobierno.

El otro asunto, la crítica respecto a que ésta es una administración pro empresarial, situación que está fuertemente instalada en la opinión pública, según la encuesta de Giro País, pareciera no incomodar en demasía a los chilenos. Parte importante de la mayoría que eligió a Piñera lo hizo a pesar de eso y el aumento de impuestos, más allá de la oportunidad que lo posibilitó (el terremoto), disminuirá la creencia de que el Presidente gobernará sólo para ese sector.

La oposición, entonces, que ya cuesta llamar Concertación, se quedó reducida a discutir sobre por qué perdió en enero, debate que la puede debilitar aún más si es que no ve rápidamente que las causas están todavía frente a sus ojos. Pero, mientras tanto, debe encontrar la forma en que se opondrá al gobierno para que éste no los aniquile en los comicios municipales de 2012 y se proyecte –un año después– en un segundo gobierno de la Coalición.

Es un hecho de la causa que ya hay dos candidatos a suceder a Piñera corriendo (Lavín y Hinzpeter) y que, desde La Moneda y los partidos que sustentan al Presidente, se levantarán varios más en los años venideros.

El oficialismo controla la agenda y los opositores han visto reducida sus apariciones en los medios, salvo cuando generan trifulcas, ya sea en el Congreso, en las colectividades o en sus matrimonios.

La emergencia producida por el terremoto mostrará, aunque no fuera su propósito, a un gobierno hacedor, que levantará casas y puentes, caminos, obras de todo índole, frente a una oposición reducida a rencillas políticas, preocupada por controlar los timbres y las campanillas partidarias, mirándose el ombligo y haciendo sesudos análisis de por qué la gente se inclinó hacia Piñera. Pero obviando los puntos de fondo.

La reacción que tuvieron los opositores al mensaje presidencial del 21 de mayo fue una muestra palpable de lo anterior. No hubo preocupación por una estrategia común. La materia gris de la Concertación no está respondiendo o, tal vez, no está siendo escuchada.

Mientras en el oficialismo muchos de sus parlamentarios señalan que no saben trabajar para el gobierno, tras 20 años en la vereda del frente, en la Concertación se ve claramente que el único estilo que conocen de hacer oposición es la que hicieron antes de marzo de 1990. Los tiempos han cambiado y mucho. Por eso Piñera hace un discurso para la década completa.

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