Peligros del humor sin amor

Para hacer reír a las personas hay que querer al género humano. Y todos demostraron un desprecio imperdonable por la gente. En verdad, no me dan risa sino lástima.

Escribe Marta Blanco, escritora.

George Bernard Shaw conversaba en una comida con una señora cuarentona y regordeta que coqueteaba con el genio inglés, emocionada de estar sentada a su lado. “Deberíamos tener un hijo, señor Shaw, dijo, imagínese un niño con su inteligencia y mi belleza”. “Sería muy peligroso, señora, respondió el escritor, imagínese que saliera con su inteligencia y mi belleza”.

El humor está en crisis en Chile. Hemos tenido humoristas extraordinarios, espontáneos o trabajadores de sus números y textos. Al azar recuerdo al gran Manolo González, al notable José Victorino Lastarria, a Bigote, Eliana Simon, a Lukas, que dibujó la risa y la historia con humor fino y sagaz. A Isabel Allende y sus notables artículos en revista Paula. Jorge Romero (Firulete), Coco Legrand, Stefan Kramer, los argentinos de Les Luthiers y Enrique Pinti, el notable Verdaguer.

El Festival de Viña del Mar, prestigiado por cantantes notables y buenos humoristas, este año hizo trizas al humor aunque hubo carcajadas. Pero es sabido que la grosería impulsa al carnaval y que carnaval es palabra que viene de carne, y que su uso durante las Carnestolendas medievales obedecía a liberar el impulso coprolálico, sexual y sensual de las masas, y así prepararlas para la Cuaresma cristiana. Una manera de amansar al animal que todos llevamos dentro.

Eso fue, exactamente, lo que estos ¿humoristas? chilenos se dieron maña en acrecentar, disminuyendo sin reparos intelectuales la oportunidad de lucirse en un programa que ve toda América Hispana. Pero eso no les importaba. Menos, las personas que los escuchaban. Conocen bien al público y lo han amaestrado en el ludibrio, la grosería y el acto sexual rebajado a deshumanizar al ser humano. Han descubierto al animal oscuro, resto coloidal que se escondió en el cerebro, condenado a la extinción junto con ponernos de pie. Pero estos “artistas” que ganan millones de pesos en una noche, que se precian de su talento medido solo en millones y de su ingenio medido en esa perversa capacidad de reírse de las debilidades, las diferencias, las humillaciones de los “otros”, equivale al más primitivo y primario impulso infantil, que hace meter al gato en la lavadora, incendiar ratones para que se quemen vivos, y el llamado bullying; todo ello es muestra y advertencia de una crueldad desnuda, de odio al prójimo y deseos de venganza, junto con una peligrosa y siniestra capacidad de humillar y hasta matar al elegido si no los paran antes.

Por cierto, la tolerancia no tiene nada que ver con la perversión. Y la Quinta Vergara demolió eso que los chilenos han terminado confundiendo con el humor, una vulgaridad sin creatividad, sin juegos de palabra y sin decencia. La decencia no consiste en no tocar temas peliagudos sino en saberlos tocar. El humor es una categoría de la inteligencia, y quien crea tener la llave de ese reino esquivo y secreto del gracejo bien puesto no estuvo allí, en ese escenario nuevo, luminoso hasta la ceguera, excesivo y vehemente. Conocido es el dicho “los cuidados del sacristán mataron al señor cura”. En este caso, las luces, los humos, las estrellas, los rayos, las chispas, toda la electrónica, salvo opacar injustamente a los animadores, impidió al público ver a sus cantantes preferidos, y no ayudó en absoluto a los supuestos humoristas. Por suerte.

Ya está bueno de tonterías. Reírse en familia, en asados, alrededor de una mesa de cumpleaños no tiene relación con pararse en el escenario más prestigioso de Chile en su calidad de actores. Quizás allí esté la clave del fracaso intelectual de estos señores que prefieren pasar por perdularios que por humoristas. Y es que no han descubierto la grandeza del humor, su vigencia en el mundo y su necesidad para aliviarnos de los malos momentos que vivimos. Todos tenemos esqueletos en el armario, todos tenemos parientes que se salen de las reglas utópicas de una burguesía siuticona, mojigata e ignorante. Reírse de los homosexuales es banalizar el secreto destino de muchos “ambigús”. La homosexualidad es un misterio biológico, un destino áspero en medio de una sociedad intolerante y abusadora.

Me preocupa el tema porque advierto en él el síntoma de la crueldad ilimitada. El país no es ignorante de los extremos a que puede llevar la crueldad.

Ello habla de mucho más que de un chiste vulgar. Nos dice que preferimos matar a perdonar, reventar a los débiles o diferentes, no tomar de la vida más que lo feo, lo grueso y lo que estimamos deleznable. No se han dado cuenta los humoristas que comienzan a ser fugaces, efímeros e innecesarios. Se ríen de todo y de todos. Olvidaron la compasión, la inteligencia y el ingenio. Y no sospechan en qué consiste el humor verdadero, al que se traga el abismo de la idiotez si carece de amor. Para hacer reír a las personas hay que querer al género humano. Y todos demostraron un desprecio imperdonable por la gente. En verdad, no me dan risa sino lástima. Olvidaron que todo acto humano debe cumplir con dos objetivos: ser eficiente en su intención y serio en su cumplimiento. El humor, señores humoristas en desuso, es serio. Muy serio. ¿O han olvidado a “Garrick, actor de la Inglaterra”? Ustedes son poco serios, frívolos de mala manera. No merecieron la distinción ofrecida y dañaron la imagen de nuestra cultura. 

2 Comentarios
  1. Arturo de Plantagenet dice

    Estimada señora: los » humoristas» y su `humor´ en nuestro país refleja un Chile que ya está enfermo, idiotizado, manipulado, controlado,histérico pero creo que el problema de fondo es un proyecto político siniestro de un grupo de sicópatas que se han adueñado del poder. Nadie debe darse cuenta que Chile está siendo vendido, destruído y, en definitiva, se tiene el plan de hacer de Chile un no Chile. Con este objetivo la farándula, la grocería, la violencia es parte del plan final de que solo una parte, infima, por lo demás, pueda gozar casi en la totalidad de la renta nacional.

  2. Alberto dice

    El señor Bigote Arrocet (o algo así) se amparó en la dictadura para hacer su humor, luego se fue de aquí nos dejó muy instalados a los milicos brutales. El señor Lukas, hizo gala de sedición, con su Memorario, un conservador de la vieja ultranza. Con esos humóristas dan ganas de llorar.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.