En la recta final…

holzmanGuillermo Holzmann

“En este ejercicio la valoración del voto de cada ciudadano enfrentará un discurso de cambio y continuidad en el caso de Piñera-Frei o de cambio y cambio si pasara a la segunda vuelta ME-O, planteando una suerte de simplificación respecto a lo que esta campaña no ha tenido que es el contenido”

Estamos próximos a develar el misterio que conlleva una elección presidencial. Sabremos finalmente si la estructura de partidos de la Concertación, con la ayuda del gobierno, podrá pasar a Eduardo Frei a la segunda vuelta o, si por el contrario, se produce un cambio sustantivo en el comportamiento electoral y es Marco Enríquez-Ominami quien deberá enfrentar a Sebastián Piñera cuya opción triunfadora se mantiene, aún cuando el desafío para el ballotage puede tener ribetes hasta ahora impensados.

Resulta difícil abstraerse del ambiente electoral, especialmente cuando todo pronóstico coloca el mayor desafío en la Concertación y no en la Alianza. Al efecto, es probablemente la primera vez que el ambiente de triunfo favorece al candidato de centroderecha. Si bien, resulta evidente que los procesos electorales generan expectación y distintas expresiones asociadas a los compromisos y visiones políticas, al final son los votos los que determinan la realidad.

El día después de las elecciones será de análisis y proyecciones para la segunda vuelta. Como en toda competencia electoral de esta naturaleza la opción de los candidatos se orienta a conquistar el voto más débil del adversario y lograr la mejor distribución a su favor de los sufragios descolgados de la primera vuelta. Lo notable es que en este ejercicio la valoración del voto de cada ciudadano enfrentará un discurso de cambio y continuidad en el caso de Piñera-Frei o de cambio y cambio si pasara a la segunda vuelta ME-O, planteando una suerte de simplificación respecto a lo que esta campaña no ha tenido que es el contenido.

La situación de Chile no es la única que se ha planteado en el planeta. Al efecto, cada una de los actos eleccionarios realizados en el mundo occidental ha dado cuenta de fórmulas distintas pero convergentes en su esfuerzo de lograr el respaldo de ciudadanos. Los factores comunes están relacionados con las ideas de dialogo, integración, no exclusión y cambio, contrastando con aquellas que se plantean de manera confrontacional y excluyente en la idea de que la presión sobre el inconciente ideológico del votante producirá un retorno a su visión política de esa naturaleza. Ello se refleja en la búsqueda de separar a la ciudadanía en izquierdas y derechas, obligándolos a optar.

Lo concreto es que la línea de separación entre izquierdas y derecha se ha ido transformando en una frontera o área difícil de definir, donde el cruce de un lado a otro es cada vez mas frecuente al punto que varios que en antaño se autodefinían en un lado, hoy día están dispuestos a declarar su opción electoral por el contrario. No obstante esa elección, una vez que se entra a esa zona y se cruza por tanto la línea de separación ideológica tradicional, no hay una sensación de desubicación o error que requiera ser reparado o del cual se sienta responsable. Cuando ello sucede, tenemos un proceso de desideologización respecto a las opciones de décadas pasadas, con lo cual se plantea la búsqueda de nuevos referentes ideológicos que den cuenta de lo que sucede en la sociedad. De allí que la personalización de la política como el surgimiento de los denominados “díscolos” sea una expresión de dicho proceso.

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