La trampa y los tramposos

joelEscribe Joel Muñoz

“Cuando un consumidor no está formado desde niño en su poder de decisión como factor fundamental del equilibrio entre oferta y demanda, entonces no hay mercado, hay explotación de la ignorancia”

Tramposos son los defensores del mercado que lo presentan como sinónimo de libertad y la democracia. Tienen una profunda perversión en sus declaraciones sobre las bondades de que el mercado lo regule todo por sí solo. Ahora intentan transferir esta falacia a la política.

He sido publicista por muchos años y conozco a fondo el mundo de las empresas, los productos, los servicios y las marcas. Escribo desde una experiencia comprobable. El problema de quienes defienden el mercado es que no reconocen una cosa esencial de este modelo económico: la indispensable relación y equilibrio entre oferta y demanda. Porque no sólo se trata de poner en venta productos o servicios bajo una marca y dejar que el consumidor elija bajo la influencia del marketing y la publicidad sin ningún control ciudadano. Se trata de que cultural, social y jurídicamente los consumidores puedan ejercer sus derechos en esta relación para que sea efectivamente equilibrada.

Cuando sólo se expresa y se protege la oferta, vale decir a las empresas y sus marcas, sin potenciar el rol de los consumidores, se establece una relación totalmente desigual e injusta, nada democrática, ni nada libre. Y esta es la situación en Chile. La libertad de mercado es una falacia. Los consumidores no son libres.

Nadie tiene la intención de educar consumidores inteligentes, que aprendan a tomar decisiones de consumo informados y de acuerdo con sus reales posibilidades. Al contrario, la idea es atontar, enajenar, lograr que el consumo se haga irracional y que el consumidor se endeude eternamente con plata prestada por los mismos defensores de la libertad de mercado, para mantenerlos, como en tiempos de las salitreras, condenados a pagar con fichas, que ahora son tarjetas de plástico.

Cuando un consumidor no está plenamente informado de los productos, ni de su derecho a exigir el cumplimiento de las promesas que se hacen en los envases, en el marketing y la publicidad, estamos frente a una desigualdad que no podemos denominar economía de mercado, sino economía del abuso. Cuando un consumidor no está formado desde niño en su poder de decisión como factor fundamental del equilibrio entre oferta y demanda, entonces no hay mercado, hay explotación de la ignorancia.

Así es cada día con una buena parte de los productos y servicios que se ofrecen a destajo, con bondades como “el mejor”, “el único”, “el más”, “el inigualable”, “el indispensable”, “el nuevo”, “el super”. Si analizamos cuidadosamente la publicidad, podremos distinguir qué productos en verdad responden a sus promesas y cuáles son una mentira a todas luces, puesta en formas muy seductoras para engañar a los consumidores.

Nadie tiene derecho a decir que un producto es el mejor si no puede comprobarlo. Un animador de televisión no puede servir de vehículo para mentir aprovechando la credibilidad que le asignan los televidentes. Si no exhibe las evidencias, cualquier consumidor debería poder demandar a una marca. Así también, cualquiera de nosotros debería poder demandar a una empresa por abuso de la imagen de los niños o de la mujer. Cosa que es pan de cada día en nuestra publicidad. Igualmente, cualquier ciudadano- consumidor debería exigir responsabilidad social de las empresas, no como una dádiva o como filantropía, sino porque las empresas deben responder por los impactos ambientales, culturales, sociales, educativos, sicológicos o físicos, que resultan de producir, promover, vender y ganar mucho dinero con ello a costa de la depredación humana o ambiental.

El premio para las empresas y marcas nobles, que respetan a los consumidores, es la preferencia y por ende el liderazgo en el mercado.

Después de leer esta columna, puedes convertirte desde ya en un consumidor atento y consciente de tus derechos. Asimismo puedes identificar por quién votar en la próxima elección, piensa en quién puede contribuir a que en Chile haya mejor ejercicio de los derechos del consumidor. Para equilibrar esta sociedad de mercado que por ahora nadie tiene interés en cambiar y que tantas injusticias y abusos significa para la vida de la mayoría.

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