23,8 minutos de no tiempo con la Madre Juliana

A la monja de la foto la recogí ayer en el Camino el Cajón en el Arrayán. Caminaba por el medio de la calle apoyada en una muleta y 85 años. Paré y le dije: «Te estás arriesgando mucho con tu metro 50”… 1er cague de risa. Se subió apenas …“Voy hajta el Alto Laj Condej…que chijtito tu autito”.

Por Luis Hernán Herreros Infante, fotógrafo

Le pregunté ¿y la Kombi?. “Ya no manejo, no veo, tengo unos vejlos en los ojos, catarata, nada se puede opejrar…”. Fatiga de materiales le dije. 2do cague de risa.

Me la crucé de auto a auto cientos de veces, también en una Toyota con un cerro de pan frío que le daban en el súper del Canta Gallo, ya no.

¿De dónde viene tu acento? “Nací en Colombia, mis padrej salieron de Palejtina 80 años atrás, ejtuve hasta loj 11 en Colombia luego a Palejtina de vuelta. De ahí al convento, me criaron las monjas rusas en Jerusalem”. ¡Eres hija de Lenin! «Viacheslav Mólotov”, me corrigió”. “Después vino Stalin”. 

No pude evitar la pregunta tonta, obvia y sediciosa, inservible: ¿el Corán o la Torá? “Todj ejtan muy fanáticos…”. ¿Y el Nuevo Testamento? «Es perdej el tiempo hablaj de esas cosas”.

La madre Juliana es fundadora del colegio San Juan de Kronstadt, ruso ortodoxo, que cumple ahora en octubre 50 años desde su creación en 1967. 

La madre Juliana en los 60 en el Arrayán.

Su sueño fue crear un hogar para niñas en infortunio. Lo hizo. Ha ayudado a muchas, sacado de pozos profundos de humillación, vejación…violación.

El disfraz no te lo sacas ni para dormir…3er cague de risa.

“Fui alumna dejtacada en el colegio pero quise ser monja, nadie me obligó. También canto, lirico”. 

Le pregunté hartos disparates, me los contestó todos, se reía y le salía agua por los ojos… las cataratas!!! No paramos de la risa hasta la Plaza San Enrique.

Iba a juntarme con un amigo a almorzar, con la hora justa. Me fui a 10 por hora con tal de prolongar nuestra convivencia. Las citros son muy angostitas, piloto y copiloto van pegadísimos… hombro con hombro… sentía su buena onda, su bondad, los años de servicio comunitario, la disciplina. Todo con forma de estufa, calentito.

Los años la tienen a mal traer y sigue luchando. Le comenté ¿no será hora de colgar la sotana?…ni pescó

¿Cuántos idiomas hablas? “Cuatro: árabe, hebreo, ruso e inglés” ¿Correctamente? «Correjto».

“Una hermana me enseñó francés muy tarde, luego se murió ella. Me gusta mucho lo encuentro elegante”.

Yo lo hablo, le dije. Me miró como si fuera una cebra la que iba manejando… le recité un pedacito de Baudelaire: Les fleurs du mal.  Sus pupilas se dilataron hasta el capó de la citro con una sonrisa que si tuviese yo 86 años, la besaba. 
Me preguntó cómo se dice Enrique en francés, Henri (anrí). Aproveché. ¿Alguien importante en tu vida? No contestó.

No quería que se bajara, quise llevarla hasta «el alto laj condej», pero no podía atrasarme.  En otra oportunidad la llevo a Viña…o Palestina.
“Pasa a vegme hacemos mejmelada y pan”, dijo. Iré.

Fueron 23.8 minutos de no tiempo. El conchudo celular se trabó, tomé sólo la foto del posteo.
¿Dónde está la cámara de verdad? ¡Fotógrafo de pacotilla! Estuvo bien, la máquina echa a perder tantos momentos, éste menos mal lo guardo en el corazón, no en la retina.

El Arrayán, 12 de septiembre de 2017

 

2 Comentarios
  1. Pedro Valenzuela dice

    precioso relato, gracias por la alegría

  2. Daniel Ramirez dice

    Muy hermoso este breve relato, fuera del tiempo. Gracias! Personas así van quedando tan pocas, que cuesta pensar que sean de verdad.

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