Montserrat Martorell: Podemos vivir en otro mundo

Hoy es un día para conmemorar la vida y la historia, para volvernos colectivamente más conscientes, más audaces, con más memoria de que, como escribía Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, llega una a serlo”.

Por Montserrat Martorell Colón

Ocho de marzo de 1857. Cientos de obreras textiles de Nueva York marchan exigiendo un cambio por los bajos salarios que en ese entonces correspondían a menos de la mitad de lo que recibían los hombres. Fue la primera gran manifestación por los derechos de la mujer. Medio siglo después, también en marzo y en EEUU, más de 100 de ellas mueren en un incendio dentro de una fábrica textil. Ambas situaciones hacen que, en 1975, la ONU fije esta fecha como el Día Internacional de la Mujer.

Ocho de marzo de dos mil dieciocho. Me despierto, tomo mi celular, abro mi WhatsApp y tengo alrededor de sesenta mensajes sin leer. La mayoría son de mujeres, de otras mujeres, mandándome un abrazo, diciéndome que somos fuertes, valientes, guerreras.

Recibo palabras de muchas amigas alrededor del mundo. Pocos hombres, sin embargo, recuerdan el acontecimiento.

Deslizo los mensajes para arriba y para abajo… ¿dónde están ellos? Miro uno que otro grupo, me encuentro con un par de fotos de mal gusto burlándose de Daniela Vega, de cuestionamientos a por qué existe este día inventado. Suspiro. Me agarro la cabeza. Me da pena. Después pienso: quizás no deberías sorprenderte. El mundo no ha cambiado tanto.

El ocho de marzo es un día para conmemorar la vida y la historia, para volvernos colectivamente más conscientes, más audaces, con más memoria de que, como escribía Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, llega una a serlo”.

Y eso hay que llevarlo adentro como si fuera un mantra, como una declaración de principios contra el olvido, contra la risa malévola, contra la descalificación constante. Pensar que queremos, que podemos vivir en otro mundo, en otro tiempo, en otra historia más parecida a aquella que soñamos donde hombres y mujeres caminen juntos, ni adelante ni atrás, juntos y sean capaces de tomarse la mano y decir: quiero un país distinto, quiero un país, un mundo, una sociedad más sensible, más humana, con más corazón, con más pensamiento, con más poesía.

Pensemos una tierra más inclusiva, más igualitaria. Vivamos un mundo donde el amor sea siempre inevitable. Vivamos un mundo donde quede abajo la violencia. Hay que salir a la calle. Alzar la voz. Por todas las mujeres. Por todas las generaciones. Por ustedes, también hombres. Por todas las realidades. Por todos nosotros. 

¡No olvidemos nunca a las mujeres del 8 de marzo! ¡No olvidemos nunca que seguimos siendo mujeres gracias a ellas!

*Periodista y escritora, autora de la novela La última Ceniza (Oxímoron 2016) 

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.