La conversión de Mauricio Rojas en víctima

La problemática del converso es que tiene que “convertirse” en más activista que los partidarios originales. Es como si siempre estuviera rindiendo un examen. Esto se da en el caso de la religión pero también en la política. El converso necesita gritar su nueva creencia contra los posibles enemigos de la misma. Por eso, al enfrentarse a los que considera como tales, intenta colocarlos fuera de juego. Puede recurrir entonces a la auto-victimización.

Por Matías Silva Alliende, abogado

Este es el caso del ex ministro de las Culturas, Mauricio Rojas, quien esta semana en T13 Radio, y en ocasión del lanzamiento de su libro “94 horas, Crónica de una infamia”, hizo declaraciones como la siguiente: “Fui demonizado” o “ Cuando un ser humano se siente demonizado como me sentí, uno se siente como subhumano al que se puede agredir a voluntad, ese es el proceso de destrucción que se ha experimentado…”. Y corona la declaración: “así hicieron los nazis con los judíos para deshumanizarlos y aniquilarlos, eso sentí que se estaba haciendo conmigo”.

        Matías Silva Alliende

Lo que Rojas hace con su victimización es recurrir a una mutación del discurso, lo fundamental no es producir un análisis constructivo sino ocupar el terreno, distraer, imponer un tema para excluir otros. La mayoría de las veces, este discurso (Rojas) no se opone a la legitimidad de una causa (Justicia y Memoria) sino que se conforma con recoger las opiniones de algunos de sus defensores e indignarse, señalando que en su renuncia existió un juego de roles desempeñado por personajes en la oscuridad, que para Rojas es el Partido Comunista.

Lo que hace Rojas es un chantaje emocional, un recital de altanería y escapismo. Elude su responsabilidad y esquiva el hecho de que su renuncia fue consecuencia de una conducta propia que tuvo por objeto lavar la imagen de quienes junto con Pinochet se tomaron el país, presentando lo ocurrido como excesos cometidos por los militares y liberando de toda responsabilidad a una derecha política que compartía ministerios claves en lo político y en lo económico y que fue el sustento social e ideológico de la dictadura.

El discurso de auto-victimización de Rojas no es nuevo ni gratuito. Se fundamenta en la típica sensibilidad conservadora chilena de que la sociedad está definida por sus propios privilegios y que ésta se encuentra amenazada por fuerzas externas que aspiran a una igualdad no deseada. El pensamiento político chileno conservador, en el que Rojas se ubica, se entiende asimismo como un castillo medieval asediado por fuerzas que amenazan sus privilegios. De ahí entonces que la elite, que Rojas defiende, que concentra poder, se autodefine como una minoría victimizada que debe luchar contra una mayoría victimizadora.

Las declaraciones de Rojas en T13 Radio evidencian la auto-victimización de quienes se opusieron primero a la Unidad Popular y luego apoyaron y legitimaron las atrocidades cometidas por la dictadura militar. Este discurso legitimador-vigente todavía-continúa basándose en la lógica del castillo amenazado, y la gran amenaza sigue siendo la mano negra del Partido Comunista según Rojas

La lógica del amigo-enemigo del pensamiento conservador chileno, sigue estructurando la manera en que construye sus propias narrativas y experiencias políticas. Rojas en su rol de de víctima inocente y desvalida, identifica la existencia de una supuesta amenaza representada por un discurso cultural hegemonizado (marxismo cultural) ya sea en las aulas, en los medios de comunicación o en el mundo editorial. En el fondo Rojas teme también las consecuencias que para el castillo medieval puedan deparar los discursos feministas, pro-inmigración, multiculturales etc. Todos discursos hábilmente manipulados en el sentido favorable a las tesis más proclives a una cultura progresista.

La conversión de Rojas en víctima (auto-victimización) está destinada a blindar el castilllo medieval, destacando la animosidad de la oposición en su contra, dado su pasado político. También fustiga a aquellos que lo criticaron, señalando que los Derechos Humanos no reconocen bandera política. Hasta aquí Rojas es bien predecible. Sin embargo luego cuando le preguntan sobre el golpe de Estado, relativiza y cae en el discurso del contexto. Rojas, una semana después de la celebración del 5 de octubre debería haber partido por reconocer la verdad histórica: el régimen de Pinochet fue una dictadura, la más cruel de nuestra historia. Pero eso sería una crítica a aquella parte de la derecha que participó de este régimen y que busca evitar cualquier autocrítica.

Dadas las dificultades políticas e ideológicas actuales de la derecha chilena, es probable que esta no sea la última aparición pública de la auto-victimización conservadora, la negación a lo ocurrido en Chile ha sido sistemática y constante. Falta todavía para llegar a ser un país civilizado que entienda que los Derechos Humanos no se transan ni se discuten. La auto-victimización conservadora, representada por Rojas como último expositor, va seguir haciéndose la desentendida de lo ocurrido en Chile inventando una imagen de supuesta amenaza que ocupan para seguir protegiendo su castillo medieval.

1 comentario
  1. Manuel Jiménez dice

    Coincido con este análisis. Además, sería oportuno señalar que el ex y fugaz ministro de culturas, escoge un ejemplo desafortunado. Comete el atrevimiento de arroparse con el sufrimiento de muchísimos judíos, quienes junto a otros ciudadanos y nacionalidades, sufrieron enormemente en campos de concentración nazis. No está demás decir, que éstos han sido admirados por la Junta cívico militar y ahora por no pocos partidarios de repetir esta forma de solución final, en Chile y en algunas instancias nórdicas, que el fugaz ministro seguramente no desconoce. (Masacre de Noruega y formaciones xenófobas en la región, para no abundar más). Sin embargo, y aquí probablemente radica el desdoblamiento preocupante del personaje: había en esos campos de exterminio algunos colaboradores, Kapos, víctimas dobles, conscientes o no, que buscaron el alero del poderoso. Valga aquí un solo ejemplo. En el único campo de exterminio fuera de las fronteras alemanas, el de Struthof, en Alsacia, al entrar, el oficial nazi sonriente explicaba a los recién llegados:
    —esa es la única salida, mostrándose la chimenea al extremo del campo. Mientras, al interior, transcurría la existencia precaria al extremo -un grupo de paracaidistas voluntarias de varias nacionalidades fueron capturadas y allí fueron asesinadas. Entre los trabajos forzados uno consistía un subir enormes peñascos a lo largo de una senda empinada dentro del campo situado en la falda de una colina. Había que respetar la fila india flanqueada longitudinalmente por dos ametralladoras. Los Kapos solían hacer zancadillas a sus «iguales» quienes al romper la fila eran ametrallados. ¿El premio? La ración de la víctima inocente, que había llegado allí según la clasificación nazi de gitano, judío, homosexual, comunista, socialista, masón, testigo de Jehová o cualquier acusación conveniente. No hay nada peor que intentar victimizarse usando los ropajes de víctimas genuinas. Rojas debería tratar de entenderlo y no insistir en ganar las raciones de las verdaderas víctimas del Lager en que Chile fue convertido durante el régimen cívico militar. Debería conformarse con las raciones que simbolizan esos 2 días cerca del tufillo del poder.. Si desconoce este episodio de la historia, hay un buen enlace (https://bibliotecadeladeportacion.blogspot.com/2012/01/natzviller-struthof-campo-siniestro.html?m=1) dónde quizás pueda identificarse mejor con alguno de los residentes porque lo veo un poco flaco en este ámbito. Quizás hasta descubra que Marx era judío… Salud a la patria entera y sus hijos e hijas dignas. JMJ

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