The Beatles White Album: 50 años no son nada

Un 22 de noviembre de 1968, The Beatles liberó uno de sus trabajos más enigmáticos en lo que a producción artística se refiere, intentando de cierta forma sacudirse de la sagrada policromía de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band –considerado, sin exageraciones, como el mejor álbum de rock de la historia- y la rara pretensión televisiva de McCartney, más tarde convertida en álbum, Magical Mystery Tour.

Por Miguel Reyes Almarza*

El mundo aún no se recuperaba de aquel maravilloso año 67’ y al final de ese clímax intenso, los fabulosos cuatro, ofrecían una simple funda blanca con apenas unas letras en relieve: The Beatles. La expectativa esta vez debía prescindir del concepto artístico de la portada, no porque este no estuviera, sino porque era el más críptico de todos los que había ofrecido la banda invitando a resolver la encrucijada recién desde el primer track.

Medio siglo más tarde, y luego de consolidarse como uno de los mejores trabajos de la banda y de la historia del rock, aparece nuevamente en los titulares del mundo el famoso y fabuloso ‘’Álbum Blanco’ nombre con el que fue bautizado popularmente y no porque careciera de espectacularidad, por el contrario, The Beatles ya había pasado todas las audiciones –parafraseando a John en Let it Be- y a esas alturas de su desarrollo musical no tenían nada que demostrar. La banda necesitaba solo de su nombre para enviar un mensaje al mundo ¡Y vaya que lo hizo!

La entrega, que en su versión ‘Super Deluxe’ incluye 6 cds, dos de ellos con la mezcla estéreo del disco original –que contiene, entre otros efectos técnicos, paneos distintos a la versión original de 1968- más el codiciado ‘Esher demos’ que son las versiones acústicas grabadas en Kinfauns, la casa de George Harrison, lo que puede considerarse la columna vertebral de lo que más tarde es el disco editado. Y para mejorar la oferta –como dicen los vendedores ambulantes- 3 cds de sesiones de grabación, algunas inéditas y otras aparecidas en el trabajo Anthology 3 y en muchos Bootlegs –discos no oficiales- con calidad menor, en el orden en que fueron grabadas originalmente. Para los amantes del sonido, un Blu-ray corona este trabajo con mezclas PCM estéreo, DTS-HD 5.1, Dolby True HD 5.1 y una transferencia directa de la mezcla original en mono, que valga el dato, es la que más cerca está de lo que The Beatles pensaron en el nacimiento del disco. ¿Vinilos? Por supuesto, en versión limitada y standard el formato fetiche de moda no podía quedar ausente.

Muchas reseñas se han detenido majaderamente en la traducción o el ‘copy and paste’ de los datos que se cotejan en el fabuloso libro que acompaña este lanzamiento y que incluye fotografías de gran calidad de la banda e imágenes de algunas letras en su caligrafía original, no obstante, es preferible atender al concepto que celebra su medio siglo. Desde nuestro aterrizaje en el avión que nos trae directamente y con el estómago revuelto desde la Unión Soviética (Back in the USSR) hasta el beso tibio de las buenas noches que nos da Ringo en Good Night, el disco es un caudal de genialidad de lo más ecléctico que hay en el universo Beatle y eso no es menor considerando que prácticamente ejecutaron todos los estilos existentes e inventaron tantos otros.

Vamos al concepto. Muchos consideran que el hecho de llamarse simplemente The Beatles (¡como si eso fuera simple!) se contrasta con el desarrollo fragmentario de sus canciones. Esto es altamente cuestionable. La genialidad no se observa únicamente en equilibrar talentos, como nos mal acostumbró el tándem Lennon/McCartney y aparece rubricada en esta obra en el fifty-fifty de Birthday, también se observa en el entendimiento que una gran idea, muchas veces, no merece más que un acompañamiento a su altura. Hey Jude, uno de los singles que adelantaron la obra y escrita por Paul para el hijo de John, en palabras de este último, no necesitaba mucho más para ser una gran canción. Y así fue. Cada tema lleva marcado a fuego el estilo de su creador principal, no obstante, sin la ejecución perfecta y matizada de los otros tres, muchos atisbos de genialidad no se hubieran alcanzado ¿Qué sería de While My Guitar Gently Weeps sin ese poderoso bajo de McCartney? ¿Y de Everybody’s Got Something to Hide Except Me and My Monkey sin los cortes y los fills de George? ¿Qué me dicen de Helter Skelter sin la potencia de Ringo en los tambores? Cada Beatle desde su instrumento contribuyó con el otro para obtener la pieza perfecta y aunque para George Martin pudo ser un gran disco con la mitad de las canciones, es esa misma complejidad y ampulosidad, que roza el delirio con Revolution 9 o Wild Honey Pie, la que golpea la mesa y genera influencia en estilos a veces tan dispares como el heavy metal.

¿Es un imperdible? Sin lugar a dudas. Esta edición aniversario del ‘Álbum Blanco’ es un ticket al corazón de la banda más grande de todos los tiempos, una especie de documental que se inserta en el proceso de grabación desde los primeros bosquejos musicales –que sobran a cualquier músico de a pie- pasando por la cantidad de tomas que fueran necesarias para convertir el plomo en oro. Disponible ya en streaming (Spotify) el disco se sintoniza con el hoy sin dar muestras de desgaste, por el contrario, The Beatles suenan más vigentes que nunca, porque ya en 1968 eran vanguardia, experimentación y liderazgo en lo que a música refiere.

¿50 años? ¡Claro! No importando el soporte y los avances tecnológicos, de seguro serán esos y más.

*Periodista.

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