Un cúmulo de malos días

Todos hemos tenido alguna vez un mal día. Esos días en que uno cree que ni siquiera una tropa de brujos puede ayudarnos, porque una tropa de los mismos le ha echado un mal de ojo. Esos días donde llegó tarde a todo, se olvidó de algo o se manchó la mejor camisa con la palta del completo. Pero si ya no es un día, sino que es un año el malo, la cosa es más jodida.

Por Matías Silva A., abogado

Alguien dirá que he pasado de ser un escéptico a un pesimista. Ojo que no estoy hablando desde lo personal. He sufrido algunos cambios este 2018, el cambio de gobierno golpeó el presupuesto familiar, pero mi Vieja me enseño que es mala educación hablar de plata en público, así que si me permiten los voy a llevar a otra cosa.

Lo cierto es que ya llegó diciembre y desde que el 2018 puso su primer pie en enero, han sido varias los males de ojo que este año ha tirado sobre nosotros. Quiero decirlo con todas sus palabras, ha sido un cúmulo de malos días. Algunos agregarán que he pasado de pesimista a depresivo, pero bueno concédame unos pocos párrafos.

Matías Silva Alliende

Terminada la “Tercera Ola Democratizadora”, nombre con el cual se acuñó al fenómeno de propagación de la democracia a finales de los 80 y principios de los 90 en América del Sur, parecía que el concepto de democracia y respeto de los Derechos Humanos no volvería a estar en peligro. El problema parece ser que las olas democratizadoras en nuestro continente nunca han llegado a completarse. Los procesos democratizadores en América Latina están incompletos, porque los países que conformamos este continente, no hemos enfrentado los procesos autoritarios que se instalaron durante los 70. Estas dictaduras fueron instaladas con claras intenciones refundacionales. Había que reencausar la economía y reeducar al ciudadano.

Y es así como en el 2018 llega Jair. No llega solo, llega con sus consignas de reivindicar las tortura y la muerte, denigrar a las mujeres, a los gays y a toda persona con un tono de piel diferente al suyo. Esta idea nos remite no solo a los años 70 sino que también a los años 30, ya pasamos por estas experiencias y algo deberíamos haber aprendido. ¿Qué tiene que ver esto con Chile? Tiene que ver cuando estando caliente el triunfo de Bolsonaro tenemos una procesión de figuras de derecha comprando pasajes a Brasil para reunirse con él. Tiene que ver cuando nuestro TC sigue fallando desde un púlpito judicializando una supuesta ética para defender los privilegios de los de siempre.

Un amigo con quien tengo “la suerte” de encontrarme cada vez que voy al centro cívico, -suerte con comillas porque siempre me termina bolseando el diario y dos cafés- me dice que Brasil al igual que todos los demás países de América Latina están perdidos. No tienen remedio. Me lo dice con tamaño sentido de patriotismo y además con una cara de cemento que no se le mueve ni un pelo. ¿Y nosotros? Digo yo. ¿Tampoco tenemos remedio? Pregúntenle a un jubilado o jubilada, cumplió cierta edad, y el bolsillo le hace imposible adquirir los medicamentos sin una completada o un bingo (parodiando al ex ministro de educación). Por lo tanto, tampoco tenemos remedio.

Bolsonaro nos parece un poco lejano sólo porque estamos a unos países de distancia, como si eso fuese una suficiente protección. La clase política chilena ha ingresado en una suerte de extrema inocencia de que es imposible que surja un Bolsonaro a la chilena que nos demuestre que todo puede ser peor. La inocencia tiene que ver con ningunear este tipo de discursos, en el sentido de no pensar que éstos tienen cierta sensibilidad en los votantes y que se puede traducir en un voto hacia un candidato o candidata que termine tratando muy mal a casi todos y a todas sin cuestión, o con cuestión de géneros, razas, colores, clase social, recursos económicos y un largo etc.

El 2018 ha sido un cúmulo de malos días y el 2019 puede ser otro tanto si creemos que quien prometió hacernos mal, va hacernos bien. Si suponemos que grupos que odian a las mujeres, migrantes, gays, izquierdistas, ONG, periodistas, y a todo ser pensante que pise nuestro territorio, se va a parar a preguntarnos antes de incluirnos en su lista de enemigos. Si creemos en los medios hegemónicos más que en nuestra propia inteligencia. Si sostenemos que en las elecciones vota dios y no las personas. O lo que es peor, si creemos que las decisiones se toman en nombre de dios. Si creemos que votar a un rubio o rubia de ojos celestes nos va a transformar a todos en rubios como un acto de fe aspiracional. Si creemos que una mezcla de racismo y neoliberalismo es sólo un experimento simpático y frente a eso no nos espantamos y gritamos ¡hemos creado un monstruo! Y si por último pensamos que ese monstruo es malo pero susceptible de ser controlado.

Tal vez Usted coincida con este montón de ideas o quizás no. Quizás considera que mi apreciación acerca de la coyuntura es pesimista. Si es así le agradezco el tiempo de lectura. Lo mío es solo una preocupación de que una sociedad deja de serlo cuando todo lo que pudo haber soñado y proyectado depende de un capricho mercantil, cuando lo que triunfa es el egocentrismo-el no te metás- como dicen en Baires. Este egocentrismo o la pasión de mirarse el ombligo es lo peor, porque por encima de todo se trata de un “Ego” con poder de hacer subir o bajar el valor de las ideas de sus iguales, a quienes no ve justamente como semejantes, sino como inferiores, eso en el optimista caso de que note su existencia.
Personalmente no he querido ser pesimista, simplemente lo he invitado a hacer en conjunto una evaluación del año. Puede ser que su apreciación no coincida con la mía, porque su año no coincide con el mío. Usted podrá pensar que cada uno tiene su año personal. Cada cumpleaños inicia y concluye en la fecha distinta a la que inicia y termina el año calendario. Tiene razón, no hay quien no tenga cumpleaños. Bueno hay excepciones, los embriones o “nasciturus” no tienen cumpleaños, porque todavía no nacieron, pero seguramente pronto nuestro TC va a remediar esta situación adjudicándole a cada “no nacido” su fecha de cumpleaños.

Reitero no he querido ser pesimista. Creo que si el presente no va a ser mejor, en una de esas el futuro si. Usted en una de esas cree en esa frase de que todo tiempo pasado fue mejor. Yo no. Yo creo en que todos somos capaces de distinguir la realidad-que puede ser mala o no tanto, o quizás con sus matices buenos pero no tantos-de esa ficción supuestamente basada en datos reales que nos intentan vender muy barata y que finalmente resulta cara, porque de realidad no tiene mucha.

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