Es difícil ser «contrario» en Chile

Dejemos al lado los prejuicios, soñemos que es posible salir de nuestras trincheras y avanzar en aquellas cosas que nos unen y cuya urgencia obliga a actuar con premura.

Por Francisco Martorell, director Multiplataforma EP

“Es difícil ser contrario en Chile”, me señala la escritora y columnista de esta revista, Marta Blanco, en una entrevista realizada recientemente en nuestro canal online de TV. Y le creo. No solo eso, estoy convencido, más aún cuando las opiniones no son rebatidas con argumentos sino con descalificaciones.

Se crece en la diversidad y nos achatamos cuando hay homogeneidad. De eso, no cabe duda. Ideas frescas, gente nueva, culturas emergentes. Todo aporta. Hay sabores que no conocíamos, canciones que no escuchábamos, formas de ser ignoradas. Y nos abrimos a ellas, se mezclan con lo nuestro y todos salimos fortalecidos.

Enriquece nuestro debate el intercambio de conocimientos y opiniones. No así la descalificación. Ella no contribuye. Destruye, genera brechas, abre grietas e impide avanzar.
Contrariamente, cuando dos personas dialogan, se reconocen y respetan, saben los intereses que guían su comportamiento, se tratan con tolerancia e integran lo que les parece correcto del otro, crecen y se agigantan.

Se viene un nuevo año, seguramente cargado de debate, familiar, social, político, económico, tecnológico o deportivo. Saldrán pasiones y trataremos de imponer nuestras ideas. Hagámoslo con fuerza, pero con respeto; con intención, pero de la buena; con ganas, pero asumiendo que el otro también puede tener la razón. Dejemos al lado los prejuicios, soñemos que es posible salir de nuestras trincheras y avanzar en aquellas cosas que nos unen y cuya urgencia obliga a actuar con premura.

Usemos la inteligencia y nuestros conocimientos, cualquiera sea, para enseñar. Sin gritos, ni mentiras ni descalificaciones. Menos con represión. Crezcamos, hagámoslo en grande, porque las buenas ideas son las que se discuten sobre la mesa y se imponen por consenso.

Pensemos antes de responder. Una buena democracia requiere de “contrarios”.

 

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