Daniel Ramírez: No se debe hacer política con el miedo ni con la rabia, menos con el odio

Es imperativo hacer un llamado clarísimo y neto a la NO-VIOLENCIA, a la resistencia pacífica, a la desobediencia civil, a la invención de modos de lucha expresivos y creativos, sin destrucción de bienes personales ni puesta en peligro de la integridad física de terceros.

Por Daniel Ramírez*

Los movimientos sociales por la justicia, las reivindicaciones políticas por los derechos y los combates por la dignidad, son totalmente legítimos; nada más legítimo que luchar por condiciones de vida decentes y el respeto a los pueblos.

Pero, ¡eso NO JUSITIFICA ni la destrucción ni el vandalismo, ni mucho menos, pillaje, el robo oportunista y el saqueo!

Sin embargo, Atención: todo eso puede ser calificado de delincuencia, degradación inútil de bienes públicos o privados, error e inepcia tácticos, incultura política, todo lo que se quiera; pero no de “violencia” ni de “terrorismo”. Los conceptos deben ser claros: ‘violencia’ es lo que atenta contra la integridad física y moral de las personas; ‘terrorismo’ es cuando se intenta sembrar el terror con ataques criminales que no tienen blanco claro (cae el que cae).

De manera que, ¡atención al lenguaje!: hay destrucción, sabotaje, degradación, desobediencia civil, delincuencia. Pero nada de eso puede ser calificado de violencia propiamente tal, a menos que se agreda a personas, agentes de policía, funcionarios, personas humanas.

Por esas razones, sólo la policía es competente. Cualquier movilización de las Fuerzas Armadas es una confesión flagrante de ineptitud política del gobierno, y recuerda dramáticamente el golpe de Estado, arruinando todas las pretensiones y discursos demócratas de la derecha gobernante.

Los militares en las calles, y el toque de queda (que de todas maneras no será respetado porque la gente les perdió el miedo) es un signo importante: significa que el gobierno de derecha neoliberal, autoritario, incapaz de negociar, sordo a las demandas del pueblo, se saca la máscara.

Por cierto, tiene una ocasión única de demostrar un poco de grandeza, de sentido del Estado, de responsabilidad histórica: hay maneras constitucionales de salir de una crisis, pero hay que aceptar sus responsabilidades: renunciar, pedirle la renuncia en masa al gabinete (comenzando por el ministro del interior), llamar a elecciones, al menos parlamentarias, si bien es una confesión de derrota, sería un gesto digno.

¡A no dejarse manipular por los medios y la ideología oficial!

Por supuesto, la responsabilidad de los líderes de la juventud, de los dirigentes sindicales, de los responsables de partidos y movimientos es grande:

Es imperativo hacer un llamado clarísimo y neto a la NO-VIOLENCIA, a la resistencia pacífica, a la desobediencia civil, a la invención de modos de lucha expresivos y creativos, sin destrucción de bienes personales ni puesta en peligro de la integridad física de terceros.

Es una lucha por la dignidad y la justicia, NO PUEDE UTILIZAR MEDIOS INDIGNOS O INJUSTOS; es la base de la política, que sin ética no es más que desbande de pasiones y pulsiones grupales, rabia o miedo.

No se debe hacer política ni con el miedo ni con la rabia, ni menos con el odio.

El poder sabe de memoria aprovecharse de situaciones de perturbación, justificar la represión implacable y cruel, amedrentar a todo el mundo, y sobre todo a las personas mayores con “el caos”, “los anarquistas”, “la violencia”, o “el terrorismo”.

Es un error permitir o ser cómplices, por omisión o complacencia, de los actos delictivos y la degradación urbana. Es muy grave. Tanto, que podría significar el fracaso de los movimientos, un reforzamiento del poder, de la represión, de la vigilancia, de la propaganda de Estado, del encadenamiento de la sociedad, de la congelación de los procesos sociales por años de años, y, peor aún, justificar y reforzar el deseo de un pueblo despolitizado por un gobierno autoritario. Y si ello ocurre, permítanme decir que estamos durablemente perdidos.

Por otra parte es una ocasión maravillosa.

La pérdida del miedo es el primer paso para que un pueblo recupere la dignidad; lo que sigue debe ser la invención, la creatividad, la generosidad, la altura de miras, la inteligencia.

Luchar por recuperar dignamente la ciudadanía (una democracia real), los recursos, los medios de vida, la libertad de expresión y la equidad. Un futuro lleno de luz y de humanidad es posible. Luchemos por él; y por ninguna otra cosa.

*Filósofo

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