Mary Rogers G: Mañana hay marcha (no importa cuándo leas esto)

Todas y todos deseamos la paz, pero más de tres cuartas partes de ese “todos y todas” queremos justicia social, igualdad de oportunidades, salud digna, educación gratuita y de buena calidad, gobernates y clase política sin corrupción.

Por Mary Rogers G, escritora.

Resistencia, una palabra vigente desde siempre en Chile. El pueblo -grupos de todas las tendencias políticas que no alcanzan a “llegar a fin de mes”-, utiliza el concepto como mantra. Resistir la discriminación, resistir el sueldo mínimo, resistir el sueldo promedio, resistir la espera en la sala de un hospital por una emergencia médica o morir a raíz de ella; resistir la desesperanza de una educación pública que se sustenta en profesores frustrados, por falta de sueldos dignos, recursos y exceso de alumnos; resistir la amargura de saber que los privilegios los tienen otros y que, aunque en algún momento se pueda salir del pozo, alguien o algo pisará las manos del que asciende porque no pertenece a la misma casta; resistir al avance de la edad, la que conlleva depender de los hijos, los amigos o la caridad, porque la pensión no alcanza para alimentación y medicamentos; resistir a la colusión de las empresas y los dueños del país, resistir. Después de una vida, nos hemos cansado de resistir.

Tiene sentido el estallido social chileno que, desde hace tres semanas, impresiona al mundo. Y sin embargo, el gobierno se vuelve ciego y sordo a la profundidad de las exigencias de la gente. En una encuesta, sería parte del segmento No sabe, no contesta. Porque no se trata de parche curita para la patología terminal. El enfermo exige lo que le corresponde, lo que se le ha negado durante años. Un resumen de 17 años de silencio y represión, más 30 años de palabrería ¿Cuánto suma -y pesa- eso para un ser humano que vive un promedio de 70 años? Basta mirar los carteles que expresan las necesidades del país.

La deuda es alta y no se paga pintando las palabras con colores populares y menos con violencia institucional, la que ya lleva decenas de muertos, varios desaparecidos y miles de personas detenidas y torturadas. Ver a los militares en la calle ha provocado más furia y descontento en la población. El recuerdo reciente de la dictadura militar se ha instalado en el corazón de los manifestantes, que no la vivieron en forma directa, pero que la llevan en su adn. Ellos, ellas y sus antepasados, vivos o muertos, registran, con sus teléfonos, los abusos cometidos por la policía y la milicia. El miedo se acabó gracias a las nuevas generaciones y a la tecnología de este siglo.

Por lo anterior, las mentiras, los encubrimientos y los intentos por distraer a la gente no están funcionando. Lo creímos antes, cuando aún no teníamos edad para pensar, cuando el golpe nos pilló en los primeros años de educación básica y sólo teníamos la televisión chilena para mostrarnos las “bondades del régimen”. Hoy, los cambios de gabinete o la propuesta por iniciar algún torneo de fútbol para dar opio al pueblo, no resulta. Nadie quiere participar del show. Por suerte el mundo global nos mira y nosotros nos vemos a través de él. Hoy sólo nos da miedo descubrir cómo algunos parientes y amigos siguen ciegos y, tocados por el chip implantado hace 40 años, hablan de “querer trabajar en paz” y de los “saqueadores y vándalos” cuando mencionan a los manifestantes.

Por suerte están los artistas y profesionales que recorren los barrios y las poblaciones llevando la verdadera paz, el consuelo y la resistencia, como lo hace el grupo EL LARGO TOUR que visita a la gente con abogados, médicos, psicólogos, profesores y músicos, para dar consejos y contener a los más vulnerables.

Por suerte están los músicos clásicos que ofrecen El requiem de Mozart, para calmar el alma de quienes sufren violencia estatal; por suerte las escritoras de #AUCH! Autoras chilenas, están activas, en contacto con sus pares, para que el mundo entienda lo que sucede en Chile. Por suerte están los actores y actrices, intelectuales, artistas y gente común que comienza a organizar cabildos para comunicarnos, conversar y dibujar el país que queremos.

Todas y todos deseamos la paz, pero más de tres cuartas partes de ese “todos y todas” queremos justicia social, igualdad de oportunidades, salud digna, educación gratuita y de buena calidad, gobernates y clase política sin corrupción. Sólo de esa forma Chile avanzará para convertirse en “un paraíso” real y no como el que nos han querido vender.

Mientras eso no ocurra, “Mañana hay marcha (no importa cuándo leas esto), como se ve en uno de los tantos carteles compartidos en la red.

*Autora de Fango Azul, La cofradía de la luz y La Casa de Kyteler/ Integra AUCH!

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