Inactividad física y confinamiento

La tormenta sanitaria post COVID-19.

Por Daniel Duclos Bastías, Profesor de Educación Física*

La llegada de emergencia sanitaria provocada por la pandemia, la cual se ha acompañado por una serie de medidas de limitación de la movilidad con la finalidad de evitar la propagación de los contagios, han supuesto una grave alteración de las rutinas cotidianas, como son el desplazamiento hasta los lugares de estudio o trabajo, la realización de caminatas y, en muchos casos, la práctica de deporte y de actividad física de recreacional.

Hoy, la actividad física esencial para sostener relaciones sociales normales, ha sido reemplazada por vinculaciones y actuaciones sociales, a través de plataformas telemáticas, aumentando el tiempo de exposición a pantallas.

En Chile, ya existía una emergencia sanitaria precedente, fruto de la alta prevalencia de la inactividad física en la población, sin discriminación de sexo y de edad, que sumado a una mala alimentación,se ha transformado en un problema de Salud Pública, ya que se asocia al sobrepeso y a la obesidad (1º entre los países de la OCDE) que al año se está cobrando la vida de más de 12 mil personas, lo que equivale a los muertos por Covid-19 que esta semana alcanzó Brasil.

Todo hace presumir, que ante la falta de medidas y acciones de nuestras autoridades en el escenario actual, la situación en el corto y medio plazo empeorará.

Por lo tanto, en un contexto de confinamiento generalizado donde la actividad física y la práctica deportiva se reduce al mínimo (o en la mayoría de los casos desaparece) y el consumo de alimentos hipercalóricos se mantiene o aumenta (el gasto en este ítem se ha disparado), se prevé una agudización en los niveles de inactividad física en los distintos grupos etáreos de la población, sobre todo en aquellos que habitan entornos más vulnerables.

Esta es una bomba de tiempo que desde principio de siglo encendió su mecha, pero que lamentablemente gobierno alguno ha podido enfrentar y darle la relevancia necesaria para revertir esta situación (nuestra Constitución no consagra el Derecho a la Actividad Física y al Deporte); es más, se ha profundizado, lo cual se evidencia en el impulso de la construcción de grandes superficies comerciales en pleno centro de las ciudades -propio de la racionalidad económica imperante -, por sobre la inversión en zonas de equipamiento público en aquellas comunas más vulnerables, implementando políticas públicas de promoción de la actividad física y la práctica deportiva, que si bien cumple con sus indicadores de gestión, su alcance es marginal sobre la población total del país.

A todo lo anterior, de por sí grave,  se suma la reducción de las horas de Educación Física en el sistema escolar, entre otras decisiones erróneas que demuestran ignorancia o indolencia de parte de las autoridades.

A nuestro juicio, y pensando en el reciente anuncio del ministro de Hacienda de cambiar la metodología para establecer el Presupuesto Anual de la Nación (presupuesto de anual de base cero), donde propone reducir el financiamiento de políticas públicas orientadas a la  promoción de la actividad física y deportiva, se debe dejar de considerarlas puramente como “gasto público” y comiencen a ser tratadas como “inversión social”. Ya está demostrado que aquellas sociedades más activas, son más sanas y más productivas, lo que se traduce en la disminución del absentismo laboral, un ahorro en el gasto sanitario nacional y una mayor esperanza de vida de la población, como también una mejora sustantiva en la salud y calidad de vida de la población.

En el último tiempo, distintos estamentos académicos, profesionales y organizaciones sociales de base, hemos insistido en diversas instancias en el desarrollo de un plan de actividad física durante el confinamiento de la población y en una campaña educativa de carácter nacional sobre el particular, que comprenda, entre otras cosas, mensajes claros a las ciudadanas y ciudadanos sobre la necesidad de disminuir la exposición a pantallas y permanecer sentado durante periodos prolongados de tiempo.

Para niños y niñas menores de 5 años realizar rutinas de juegos diarias que impliquen movimiento al menos 3 horas al día. Para niños y adolescentes entre 5 y 17 años, 1 hora de actividad física al día, mientras que para los adultos al menos 30 minutos de actividad física diaria mínimo 5 días a la semana.

Para estos dos grupos, se recomienda buscar actividades dirigidas gratuitas y en abierto que hoy se encuentran en distintas redes sociales (Por ejemplo en la cuenta Instagram @DeportesPUCV).

Por lo pronto, se exige que la autoridad regule periodos de tiempo diario de actividad física individual en el espacio público con el propósito de promover este tipo de actividades, como también el estudio de una urgente reforma legal que elimine el Impuesto al valor agregado a las máquinas y productos deportivos, los cuales en estos días han incrementado sus precios de lista aprovechando el aumento de la demanda de este tipo de productos por parte de los segmentos de mayores ingresos.

*Profesor Asociado Escuela de Educación Física y Director de Deportes en Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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