El Agente Topo: documentando lo invisible

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en Pensamiento Crítico

★★★☆☆ (3 sobre 5)

La emotividad es un artilugio invencible. Muchas veces movilizador superando con creces lo racional. El cine se nutre de aquello hasta el hastío, no obstante, su uso como toda invocación mágica, debe estar sujeto al argumento y su profundidad, de lo contrario se transforma en un testimonio común que, por necesario que sea, se vuelve rápidamente en una caricatura.

              Miguel Reyes

Maite Alberdi (La Once, 2014; Yo no soy de aquí, 2016) sabe mucho de aquello. Como directora ya ha capturado en sus películas -tanto en largometrajes como documentales- la sensibilidad desnuda, en específico, de aquellos otros olvidados, en específico para esta mención, de aquella generación invisible en sociedades que crecen con base en la efebocracia, sin eufemismos, habla de los viejos, de sus vidas y de la soledad en el ocaso de sus existencias.

El Agente Topo (2020) es todo aquello que pasa desapercibido en el mundo de las pandemias y los grandes relatos narcisos. Abuelos actuando-viviendo, en una especie de documental novelado que recorre sin efectos los reductos incómodos de la vida después de la vida en un hogar de ancianos.

Seleccionada por la Academia de Cine de Chile para competir en los premios Goya a mejor película iberoamericana y Óscar a mejor película internacional, incluyendo mejor documental, el Agente Topo, vuelve a los caminos ya recorridos por la directora en un afán más redundante que incisivo. No hay acusaciones, no hay una obligación de reflexión profunda para la audiencia, más bien, es una constante repetición para integrar un discurso haciéndolo simplemente visible.

Y es que la culpa -como un llamado de atención- no logra aparecer entre tanta caricatura de la “tercera edad”. La ternura, la “buena onda”, lo lúdico es solo una parte de la gente mayor, el resto, que incluye el verdadero problema del olvido es apenas tratado en la obra. Quizás eso era lo que la directora quería lograr, simplemente echar luz a un problema sin anticipar conclusiones morbosas, sin apurar la tragedia y eso está bien hasta que no sabemos con seguridad por donde leer el objetivo del filme -de corte documental- que, más allá de incluir inteligentemente el casting del novel actor Sergio Chamy (75) en su continuidad, tiende a caer en un lugar común extremo.

Trabajo cinematográficamente bien hecho, con esa cámara subjetiva tan de moda en el mundo posmoderno que nos hace parte del proceso de filmación y eso, a la larga, nos conecta más con lo técnico que con el argumento, aquél que se reduce al drama del hombre moderno -la generación que desaparece inexorablemente- y no es ni más ni menos que la soledad, el vivir para nada ni nadie.

Montaje correcto, articulando imágenes en segundo plano y sonidos del entorno que apoyan su carácter testimonial e inclinan la balanza al documental por sobre el guion que trata de un espía y su misión.

En suma, una obra de buena factura técnica y de mínimo argumento que alcanza para presentar una discusión urgente mas nunca suficiente. Sin embargo, siempre es bueno darles a las audiencias eso que ellos rehúyen por miedo o indolencia y es allí donde el Agente Topo alcanza su máximo esplendor, recordándonos que todos vamos en la misma dirección.

Disponible en Netflix y en el Cine Arte Normandie.

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