¿El día de los enamorados agoniza?

Por Analía Urretavizcaya, psicóloga y sexóloga. (Télam)

El poliamor, las relaciones abiertas, las apps de citas, el feminismo, las mujeres empoderadas, los ideales de belleza, las nuevas formas de maternidad y paternidad parecen ser buenos motivos para cuestionar el amor romántico, que ya viene complicado desde la época de Shakespeare. No por nada las cosas terminaban tan mal.

Pero si algo vino a embrollar al amor fue el libertinaje del siglo XX: las relaciones entre feligreses de distintas religiones, el amor homosexual, las señoras mayores con mocosos, el entrevere de la empleada con el patroncito, los de arriba con los de abajo y los de esta cuadra con los de la otra cuadra. Antiguos enemigos que por capricho de la parejita tuvieron que compartir las fotos del asado del domingo. Solo las novelas turcas y profundamente latinoamericanas retratan el esplendor del amor romántico venciendo a sus enemigos conservadores, luego de muchas pérdidas, gritos, peleas, niños mal nacidos, fortunas dilapidadas y secretos bien guardados para satisfacer la pura envidia, celos y miseria humana.

El siglo XXI es otra cosa: donde antes se veían serpientes venenosas, hienas salivantes, terneritos mamones y ositos panda abrazados a sus cuidadores ahora vemos pactos de parejas abiertas, ranking de participantes de las relaciones poliamorosas, agendas distribuidas entre varios amores, sentimientos y géneros fluidos, negociaciones, contratos, complejidades afectivas y vinculares de la actualidad todas con un patrón común: Yo.

Por suerte para el agonizante amor romántico estamos en pandemia y se lo vive con hondo dramatismo ya que han quedado algunas parejas separadas por la nacionalidad, o la provincialidad de un lado y del otro del charco, límite o frontera. Sin poder verse hace meses, preguntándose si aquello que sentían es lo mismo que sienten ahora o si todo es consecuencia de la virtualidad. Hartos del sexting, aislados, aburridos. Anhelan al ser amado y sueñan con un abrazo al final del andén, en el aeropuerto de un destino vacacional o porque no en el patio del colegio explotando sendas burbujas.

Y en esta maraña se encuentra por estas horas el pobre San Valentín eligiendo souvenirs en los malls, encargando bombones no sabe para cuántos y devanándose los sesos si mejor elegir flores, celulares o géneros multicolor para banderas anti/pro algo.

Así las cosas, también podemos decir, como aseguran las corrientes feministas, que el amor romántico es un mito, un espejismo colectivo, una construcción social y cultural un instrumento de control y que debemos evitar atarnos a relaciones de dominación y sumisión.

No importa como haya sido hasta ahora según la «economía política del amor» imperante lo cierto es que fantástico, pasional, arrebatado o sentimental, aggiornado a estos tiempos en condiciones de libertad, igualdad, cuidados mutuos y correspondencia el amor siempre va a sobrevivir. Porque hay una cosa que es cierta: el amor es inevitable.

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