Ayacucho, el rincón de los muertos que le duele a Perú

Ayacucho, el departamento en el que el flamante presidente de Perú, Pedro Castillo, se compromete hoy bajo juramento a hacer un buen Gobierno en los próximos cinco años, ha sido uno de los más afectados en el país por la violencia, la pobreza y las injusticias.

(Por Gonzalo Ruiz Tovar desde Lima, Perú)

Aunque ese dolor se remonta a tiempos antiguos -basta decir que Ayacucho, nombre que se traduce del quechua al español como «rincón de los muertos»-, fue el departamento más afectado por la violencia que vivió Perú de 1980 a 2000 por la acción de los grupos extremistas Sendero Luminoso y MRTA y por la respuesta, muchas veces al margen de la ley, de las fuerzas militares y policiales.

Según la Comisión de la Verdad, más de 40% de las casi 70.000 personas que murieron violentamente en ese contexto cayeron en suelo ayacuchano.

De hecho, fue en la universidad San Cristóbal, de la capital departamental, Huamanga, donde nació Sendero, bajo inspiración del profesor de filosofía Abimael Guzmán, quien pretendió repetir bajo condiciones peruanas lo que había hecho Pol Pot en Camboya.

De esos casi 70.000 muertos, 71% vivían en zonas rurales y 75% eran quechuahablantes, dos factores que caracterizan a Ayacucho, donde además la pobreza generaba un caldo de cultivo que Guzmán creyó adecuado para sembrar sus ideas.

Ayacucho, en ese marco, es el gran símbolo de un Perú afectado por la violencia y por otras condiciones que generan vulnerabilidad. Actualmente, los pocos remanentes que quedan de Sendero operan en la parte selvática del departamento.

En la segunda vuelta, el 6 de junio, Castillo, del partido de izquierda Perú Libre, obtuvo en Ayacucho un 82,2% de los votos, contra un 17,7 de la candidata de derecha Keiko Fujimori. Una fuerte ventaja que se repitió en casi todos los departamentos andinos y que explica el triunfo a pesar de la distancia a favor que a su vez logró su oponente en Lima y la costa norte.

Todos estos datos explican por qué Castillo, quien asumió la Presidencia ayer en Lima, acogió de inmediato la sugerencia del alcalde de Huamanga, Yuri Gutiérrez, para efectuar allí un acto simbólico del juramento.

Adicionalmente, el flamante presidente es un abierto partidario de replantear la interpretación de la historia mediante la destrucción de los símbolos de opresión y Ayacucho ofrece un escenario ideal: Pampas de la Quinua, en la parte rural de Huamanga, donde se libró, en diciembre de 1824, la batalla que obligó a los españoles a irse definitivamente de Sudamérica.

Aunque Perú para entonces ya era en teoría independiente –así lo proclamó el Libertador argentino José de San Martín el 28 de julio de 1821-, en el interior sobrevivían tropas españolas, por lo que la batalla de Ayacucho concretó la salida definitiva de los realistas.

Castillo, quien ha vivido siempre en su pequeño caserío natal, Puña, reivindica permanente a los pueblos originarios y presume de ser el primer presidente que es campesino, profesor de escuela rural y representante de un partido creado en los Andes, concretamente en el departamento de Junín.(Télam)

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