Ultraderecha alemana llega fracturada a las elecciones, pero mantiene su fuerza en el Este

La agrupación antiinmigración, nacionalista y euroescéptica se ubicaría en el cuarto o quinto puesto a nivel nacional, con entre un 10% y 11% de los votos

                                                                                                             Por Camil Straschnoy

El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) llega a las elecciones de este domingo fracturado e incapaz de capitalizar el descontento por la pandemia, situación que lo proyecta con una intención de voto levemente menor a la del 2017 que le permitió convertirse en la principal oposición en el Bundestag (Parlamento), pero mantiene a su favor un fuerte apoyo en los estados del Este que eran comunistas antes de la reunificación.

La agrupación antiinmigración, nacionalista y euroescéptica se ubicaría en el cuarto o quinto puesto a nivel nacional, con entre un 10% y 11% de los votos, de acuerdo a los sondeos que coinciden en que el resultado sería levemente peor al 12,7% alcanzado en los sufragios de 2017.

Ese año AfD dio el gran salto cuando, ante la llegada de cientos de miles de refugiados por el Mediterráneo o la ruta de los Balcanes, en un flujo posibilitado por la decisión de canciller Angela Merkel de abrirles las fronteras, sacó a relucir un discurso islamófobo que le permitió a la extrema derecha entrar al Parlamento alemán por primera vez desde la caída del nazismo en 1945.

«AfD está mucho más débil ahora. Es un partido que tiene muchas internas, por cuestiones ideológicas pero también por intereses políticos», indicó a Télam Franco Delle Donne, doctor en Comunicación argentino que vive hace más de una década en el país europeo y coautor del libro «Factor AfD. El retorno de la ultraderecha a Alemania».

Una de las principales caras de la gran elección de 2017, Frauke Petry, abandonó el cargo de copresidenta un día después del resultado y desde entonces hubo varios alejamientos y peleas internas que, a grandes rasgos, exponen las divisiones entre el ala nacional-conservador y el radical, cercana a los neonazis.

Estas fisuras entre moderados y extremistas generan una crisis de identidad que jugó en contra a la hora de buscar capitalizar en las urnas lo que fue el gran caballito de batalla de la actual campaña: los ataques a las medidas contra la pandemia, incluyendo el uso de tapabocas.

«El partido, por un lado, ha sido incapaz de ponerse al hombro a los críticos con el Gobierno en términos de medidas para luchar contra la pandemia. Y también tuvo varios reveses a lo largo de estos tiempos, como por ejemplo la investigación abierta por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución por sospechas de tener posturas antidemocráticas», indicó Delle Donne.

Esta vigilancia, a cargo de los servicios secretos internos, fue abierta a nivel nacional y está sostenida por un informe de mil páginas que incluye varias pruebas de supuestas violaciones contra el orden liberal democrático recopiladas por juristas y expertos, de acuerdo a lo informado por medios locales.

«AfD tiene ahí un problema porque es muy difícil sostenerse como partido legitimado si te están vigilando por posiblemente ser antidemocrático», añadió el consultor en Comunicación y coeditor del libro «Epidemia Ultra. La ola reaccionaria que contagia a Europa».

Más allá de los problemas judiciales, que incluyen también un escándalo por financiamiento ilegal con fondos de donantes anónimos provenientes de Suiza, la falta de impulso de la campaña de la agrupación también tiene una razón comunicacional, un punto en el que hasta ahora siempre habían sido fuertes.

«Dominaron la campaña en 2017 imponiendo temas como la migración, la seguridad o el terrorismo y hoy no ponen ni uno solo en la agenda. La oportunidad de decir algo por ejemplo sobre la cuestión de Afganistán (la derrota ante los talibanes y la posible llegada de miles de refugiados) fue algo que intentaron pero no funcionó, lo que demuestra tal vez que el clima de época no es propicio para las ideas y lo que propone esta fuerza», precisó el bonaerense Delle Donne.

Pese a todo, AfD mantiene su base fuerte en el Este, en la parte que quedó bajo control de la entonces Unión Soviética tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y si bien la reunificación dejó atrás esa división política hace más de tres décadas, la pobreza, la desocupación y la desigualdad son mayores en aquellos estados federados que pertenecieron a la República Democrática Alemana y donde la ultraderecha obtendría uno de cada cinco votos y podría ser primera fuerza.

«Se regionaliza, pero al mismo tiempo se fortalece en una de las regiones con más complicaciones en términos económicos y de aceptación del funcionamiento la democracia», apuntó el analista argentino.

«Son elementos que no hay que dejar de observar: es mucho más parecido el este de Alemania a la lógica del este de Europa que a la del Oeste, pese a que Alemania, en su conjunto, sería un país de Occidente en términos de valores», añadió.

Si bien hay incertidumbre todavía sobre los partidos que formarán la próxima coalición de Gobierno en Alemania, la certeza es que tanto los socialdemócratas como la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, las fuerzas con mayor intención de voto para los comicios del domingo, descartan incluir a la AfD.

«Esto no ocurre con Die Linke (La Izquierda) que sería una novedad que puedan formar parte de un Gobierno federal, pero tampoco tan raro ya que son parte de muchos a nivel regional y de hecho hay uno que ellos dirigen en Turingia», manifestó Delle Donne,

Y concluyó: «Están en otra instancia respecto a la derecha radical en Alemania, donde no ocurre lo que sí pasa en otras partes de Europa que tienen posibilidades de formar parte de un Gobierno o de hecho lo han formado, como el caso de La Liga en Italia, o a nivel regional con Vox en España».(Télam)

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