«La Gran Renuncia», o cómo millones pretenden «dejar de hipotecar sus vidas por salarios miserables»

Muchos estadounidenses de profesiones liberales están abandonando el trabajo en el formato que conocían -sobre todo presencial- en la búsqueda de calidad de vida; otros lo hacen porque quieren "reformular su existencia", o porque asumen que la realización personal ya no pasa por desarrollarse en el oficio o la carrera.

Por Martín Piqué

Síndrome del trabajador «quemado» (burn-out) por agotamiento, descontento por salarios bajos, rigidez y precarización en las condiciones laborales que ofrecen las empresas, impacto de la Covid-19, son algunas de las hipótesis que ensayan analistas en todo el mundo para explicar un fenómeno que arrancó en EEUU y que se bautizó como «la Gran Renuncia» («the Great Resignation»), millones de personas que renuncian a sus empleos expresando un malestar generalizado en la pospandemia.

Las cifras de lo que ocurre en EEUU son gráficas: en septiembre de 2021, casi 4 millones y medio de estadounidenses renunciaron a sus trabajos mientras que en agosto lo habían hecho 4.300.000, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Washington (U.S. Bureau of Labor Stadistics), y los últimos estudios reflejan que la tendencia se mantiene.

Algunos analistas pensaron que a medida que se redujera el paquete de asistencia del gobierno de Joe Biden para estimular la actividad económica (como el bono semanal de 300 dólares que reforzaba el subsidio al desempleo, cuyo pago culminó a principios de septiembre) muchos estadounidenses volverían al mercado de trabajo, pero eso no está sucediendo.

Por el contrario, los especialistas advierten que una combinación de factores disparó un descontento con su situación laboral en millones de personas, con especial incidencia entre los trabajadores de mediana edad, de 30 a 50 años, quienes no ven perspectivas de progreso u horizontes de mejora en sus empleos o que vivieron un estrés laboral extremo por la Covid-19.

Esta insatisfacción que recorre la vida cotidiana de millones de asalariados tras la experiencia de haber atravesado la pandemia se resume en una frase que la académica y activista estadounidense Patricia Campos-Medina (Universidad de Cornell, estado de Nueva York) pronunció al ser consultada por el diario español El País: «Muchos trabajadores vieron que estaban hipotecando sus vidas por salarios miserables», describió.

Ese malestar se percibe sobre todo en las actividades que tuvieron una carga horaria excesiva producto de la pandemia, como los empleos ligados a la salud (donde las renuncias de los trabajadores crecieron un 3,6%) y en el rubro tecnológico, cuyos empleadores -paradójicamente- se beneficiaron mucho con el comercio electrónico al que obligaba la cuarentena.

Otras áreas que muestran una dimisión generalizada, con trabajadores que dejaron sus puestos con la ilusión de cambiar de vida, son las que que requieren de presencialidad la mayor parte del tiempo, como la industria del entretenimiento, la recreación, la actividad comercial, como también la gastronomía y la hotelería, rubros muy afectados en el primer tramo de la pandemia.

En todas estas actividades, que según las estadísticas oficiales de EEUU registran una ola imparable de asalariados que deciden abandonar su empleo (en agosto, 892 mil trabajadores renunciaron en hotelería y gastronomía; 721 mil hicieron lo mismo en comercio minorista), lo que prima es el combo de salarios bajos y largas jornadas de trabajo.

Un exfuncionario de la gestión de Bill Clinton, el exsecretario de Trabajo Robert Reich, describió el panorama a la revista Time: «Los empleados no quieren volver a trabajos agotadores o aburridos, con salarios bajos. Están quemados, están hartos, están fritos. Después de tantas dificultades, enfermedades y muertes durante el año pasado, no van a aguantar más», observó en su foto del escenario laboral pospandemia.

La descripción de Reich tiene puntos de contacto con la experiencia de los soldados a su regreso de una guerra, las dificultades para regresar a la supuesta ‘normalidad’, fenómeno que se vivió en algunas circunstancias históricas pero que en este momento está poniendo en riesgo -según algunos investigadores de EEUU- «la cultura del trabajo tradicional».

Sin embargo, las motivaciones que llevan a renunciar al trabajo no provienen sólo del descontento por la remuneración, la precarización o la carga horaria.

Muchos estadounidenses de profesiones liberales están abandonando el trabajo en el formato que conocían -sobre todo presencial- en la búsqueda de calidad de vida; otros lo hacen porque quieren «reformular su existencia», o porque asumen que la realización personal ya no pasa por desarrollarse en el oficio o la carrera.

Lo que está claro es que «la Gran Renuncia» -definición que acuñó el académico estadounidense Anthony Klotz, de la Texas A&M University- es un proceso que «no es homogéneo ni universal», como subrayó la especialista Valeria Carbone, docente de la cátedra de Historia de EEUU en la Universidad de Buenos Aires e integrante del Instituto de Estudios e Investigaciones de América Latina.

«La Gran Renuncia -desarrolló Carbone- se está dando entre quienes no pudieron apelar a lo virtual en su experiencia laboral, como los restaurantes, o la gente que trabaja en las numerosísimas plantas que tiene Amazon, pero también en el sector salud y en otros rubros en los que la virtualización del trabajo fue absoluta y cuyos trabajadores quieren mantener esa virtualización laboral pero se les exige un retorno al contexto anterior, ante lo cual se preguntan: ¿por qué hacerlo?»

Para la académica, que integra el comité editorial del portal Huellas de Estados Unidos (especializado en el estudio de ese país desde una perspectiva crítica), el caso Amazon refleja algunas de las causas por las que millones de hombres y mujeres deciden dejar su empleo, como una mayor exigencia en los «tiempos de producción» o el «ritmo de trabajo», a partir de la hiperactividad que la pandemia produjo en ese rubro.

«Los trabajadores de Amazon (la empresa tecnológica fundada por el multimillonario Jeff Bezos) pudieron mantener su trabajo mientras en EEUU hubo un aumento exponencial del desempleo, pero sus condiciones laborales sufrieron muchísimo. Amazon tuvo una ganancia de billones de dólares, pero eso no se refleja en los salarios», sostuvo Carbone, quien luego consideró «lógico» preguntarse por qué esos asalariados «van a continuar trabajando en un espacio laboral en donde sus condiciones de trabajo empeoraron y su salario no tuvo ninguna mejora».

Un diagnóstico similar -en cuanto a lo heterogéneo del fenómeno- realizó el profesor consulto de la UBA Pablo Pozzi, quien durante 30 años enseñó en la cátedra de Historia de EEUU de la Facultad de Filosofía y Letras.

«Suponiendo que los datos que estén tirando de gente que apunta a cambiar de empleo no sean falsos, tendríamos que ver de qué sectores sociales estamos hablando y qué oficios», observó en un primer momento para luego plantear que, en su visión, «la Gran Renuncia tiene que ver con sectores profesionales que pueden encontrar un trabajo o un nicho para trabajar desde su casa».

Pozzi concluyó que la realidad laboral de EEUU está inmersa en un país con «conflictos y fracturas muy fuertes y muy grandes», «niveles de pobreza y diferenciación social» junto a «un creciente nivel de conflictividad y un bajísimo nivel de gente sindicalizada», lo que se traduce en «cientos de huelgas» realizadas por los trabajadores, «aunque nadie menciona -marcó- que la vasta mayoría de ellas se pierden». (Télam)

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