Ella quiere ser científica

Por Victoria Uranga Harboe

Cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Una fecha que busca visibilizar a las científicas y motivar a que niñas ingresen a carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM en inglés).

La ciencia y la igualdad de género deberían caminar de la mano ya que son fundamentales para el desarrollo sostenible. Sin embargo, los datos muestran que las mujeres siguen encontrando obstáculos. Según UNESCO menos del 30% de investigadores científicos en el mundo son mujeres.

Esa ausencia tiene como consecuencia, por ejemplo, que por muchos años ciertas enfermedades fueron estudiadas solo en hombres y extrapolados sus resultados a las mujeres o que los sesgos de género de los programadores hombres definen los algoritmos que limitan nuestras búsquedas y refuerzan prejuicios. Lo aberrante (y también la posibilidad de cambio) es que este resultado nada tiene que ver con razones naturales.

La desigualdad en la distribución por sexos en los estudios y en las profesiones está vinculada con una cultura machista, con estereotipos de género, con una sociedad que no apoya suficientemente a las niñas para que confíen en sus capacidades y con la falta de acceso a referentes inspiradores en el campo de las ciencias.

Mi hija quiere ser científica, y como otras niñas, mira con distancia e ilusión esa forma de conocimiento y de vida que se despliega como posibilidad.

Quisiera abrirles puertas anchas para que exploren el camino que decidan recorrer. Imaginé las infinitas preguntas movilizadoras con las que se encontrarán; sentí la pasión de vivir la ciencia como una aventura colectiva; soñé con que tengan muchas experiencias felices ante los descubrimientos que hagan; sospeché que esas nuevas generaciones integrarán mejor su mente-cuerpo y espíritu en la sorpresa permanente de encontrarse con otros seres vivos; pensé en los tremendos desafíos del mundo de la ciencia que deberán unirse a otras áreas del saber para buscar nuevas bases para esta sociedad en crisis.

Quisiera que las niñas que están pensando en ser científicas conozcan la historia de Hipatía de Alejandría, considerada por muchos la primera mujer científica de la historia, pero también la de Ada Lovelace, Vera Rubin, Marie Curie, Eloísa Díaz, Ernestina Pérez, Griselda Hinojoza, Paulina Starr, Rebeca Acevedo, Grete Mostny, Margarita Préndez, Ligia Gargallo, Cecilia Hidalgo, Adriana Hoffmann y tantas otras mujeres que desde siempre han estado en la ciencia pese a las dificultades que tuvieron y los intentos de muchos por esconder o negar sus aportes.

Pese a los esfuerzos de los últimos años, las mujeres siguen encontrando obstáculos para desenvolverse en la ciencia. “Las mujeres somos pocas en ciencias” afirmó Mónica Rubio cuando la entrevistaron por ser la ganadora del Premio Nacional de Ciencias Exactas 2021. La astrónoma que identificó el proceso de formación estelar en una galaxia enana, que ha estudiado las condiciones físicas del medio interestelar y el proceso de formación de estrellas en sistemas de baja metalicidad es la tercera en obtener este reconocimiento. Antes, las maravillosas excepciones en ciencias exactas fueron la astrónoma María Teresa Ruiz (1997) y la física Dora Altbir Drullinsky (2019).

Se puede, podemos si hacemos los cambios culturales y tomamos las decisiones políticas que lo posibiliten. La ciencia no da todas las respuestas, pero aporta con uno de los caminos posibles para buscarlas. Ese camino necesita más niñas y mujeres, su ausencia implica perdernos sus talentos e inteligencias.

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