El que ataca a la Prensa ataca a toda la Democracia

Por Carlos Schneider Yáñez, Odontólogo y Magíster en Gestión en Salud Universidad de Chile/ M.B.A. Tulane University (EEUU

Consternación y dolor provocó en todo un país el asesinato de la periodista Francisca Sandoval, joven reportera del medio comunitario Señal 3 de la Victoria, por un disparo mientras reportaba la marcha del 1 de mayo por el día del trabajador, en las cercanías del barrio Meiggs, en Estación Central.

Un asesinato a sangre fría que enlutó no solo a la prensa, sino que a la democracia, donde una de sus principales características es velar por la libertad de expresión y el libre ejercicio de la profesión.

Expresarse de manera libre, sin obstáculos y sin censura previa es esencial en un Estado democrático. Es el sello de una sociedad que facilita el ejercicio del cuarto poder: la prensa.

Con el asesinato de Francisca Sandoval, se hiere la vulnerabilidad que sienten los ciudadanos, porque quienes tienen el deber de cuestionar a las instituciones, al poder e investigar, son vulnerados, dejando en desprotección a quienes acuden al Periodismo, para transparentar lo que ocurre en las calles, en los salones del poder y los conductos que facilitan la corrupción. Lo más probable es que sus asesinos fueran delincuentes comunes, quienes cada día tienen más poder y más motivos para temer a una prensa inquisitiva.

Son urgentes las medidas para garantizar la protección de los periodistas en el ejercicio de sus funciones, porque facilitar su trabajo, no solo enaltece al Estado, sino que pone en primer lugar un derecho fundamental, que es cuestionar y relevar las principales preocupaciones y problemas de la sociedad, que son las labores que cumplen los medios de comunicación. Medios que también debemos cuidar y vigilar, para que nuestra democracia funcione.

Ahora que algunos periodistas chilenos están cubriendo la guerra en Ucrania, arriesgando su vida para mantenernos informados, no puede ser que en una calle de Santiago, se corra el mismo peligro que en la periferia de Mariúpol. Mostrar la realidad puede ser peligroso, y hay que valorar el esfuerzo que los periodistas hacen, por visibilizar lo que otros desean esconder a toda costa. ¡Transparentar hasta que duela!

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