Emotivo primer concierto de despedida de Serrat en Chile

El artista catalán deleitó ayer a los miles de asistentes que se congregaron en el Movistar Arena para disfrutar el primero de los dos eventos que protagonizará en el país.

El cantautor catalán, Joan Manuel Serrat, deleitó ayer al público, su público, del Movistar Arena de Santiago, en la primera jornada de la gira donde el artista se despide de los escenarios, tras más de 50 años de éxitos y carrera musical.

Serrat, a ratos visiblemente emocionado, realizó un show de gran calidad, íntimo a pesar de la gran audiencia, donde combinó lo mejor de su repertorio y arreglos, con momentos de largas y entretenidas anécdotas sobre su carrera, historia familiar y canciones.

«Es mentira que me haya robado un maniquí», dijo, aludiendo al tema Cartón Piedra (1970) que cuenta la historia de un hombre que se enamora de una modelo de vitrina.

«De una pedrada me cargué el cristal
y corrí, corrí con ella hasta mi portal.
Todo su cuerpo me tembló en los brazos.
Nos sonreía la luna de marzo.
Bajo la lluvia bailamos un vals,
un, dos, tres,… un, dos, tres… todo daba igual,
y yo le hablaba de nuestro futuro,
y ella lloraba en silencio… ¡os lo juro!»

El catalán inició su concierto pasadas las 21:30 horas, tras la presentación del panista chileno, radicado en Europa, Benjamín Pedemonte. De ahí en más fue una noche de múltiples emociones y confidencias.

Junto a sus siete músicos (Ricardo Miralles, José Mas, José Miguel Pérez, Ursula Amargos, Vicente Climent, David Palau y Raimon Ferrer), que lo acompañan en esta gira llamada el «El vicio de cantar» y que ya lo ha llevado por México, Ecuador y Argentina, entre otros países, Serrat, señaló que vino «a despedirme de ustedes como corresponde, personalmente, de una plaza y de un país que me ha dado tanto amor a lo largo de mi vida».

Inició su presentación, ante un público cómplice, participativo y fiel hasta la médula, con «Dale que dale», un tema creado a partir de un poema de Miguel Hernández.

«Molino, piedra, aire,
cabrero, monte, astro,
dale que dale largo.
Dale que dale, Dios,
Hasta la perfección».

Luego, justo cuando comenzó a llover copiosamente sobre Santiago, continuó con «Mi niñez», «El carrusel del Furo», dedicado a su abuelo, «Romance de curro el palmo», «Señora» y «Lucía».

Serrat, además de confiar la relación con su abuelo y sus padres, rememorar su infancia de hijo menor y lo que ha significado para él la música, también se refirió al cambio climático y las emprendió, como buen catalán, contra la monarquía, pero no la española sino la británica. «Tan joven que era… una pena, al menos nos queda el orejas», señaló sobre la reciente muerte de Isabel II y su sucesor, Carlos III.

En un concierto que duró más de dos horas y que dijo que le gustaría continuar hasta la madrugada, pero quizá su avanzada edad ya no le permitiría llegar hasta el final, cantó además «No hago otra cosa que pensar en ti», «Algo personal», «De cartón piedra» y «Tu nombre me sabe a hierba».

 

Luego siguieron, entre otros, «Nanas de la cebolla» y «Para la libertad». Siempre el público coreó sus canciones, tanto las que interpretó en español como en catalán.

Antes de cerrar con su tradicional Fiesta, Serrat cantó «Mediterráneo», «Aquellas pequeñas cosas» y «Cantares». Luego de este repertorio, el más conocido del artista, bajó un largo aplauso del público, con todo el Movistar de pie, rindiéndole el homenaje merecido a una vida de arte y cultura, pero muy marcada por la consecuencia y el compromiso político con la libertad y la democracia.

A modo de cierre, antes de Fiesta, obviamente, interpretó Gracias a la Vida, de Violeta Parra.

El final, tras más de 2 horas y 24 canciones, coronó una carrera de éxito que lo trajo a Chile en reiteradas ocasiones, salvo durante la dictadura que no lo dejó entrar entre 1973 y 1990.

 

Serrat, quien se presentó por primera vez en Chile en 1969 en el Teatro Municipal de Santiago, vino 25 veces al país, a veces solo otras acompañado de sus amigos Joaquín Sabina, Victor Manuel, Ana Belén y Miguel Ríos. Cantó en el Festival de Viña y en la Teletón, en el teatro Caupolicán, en el Rex y en el Chile. En 1990, bajo el nombre «Por Fin Serrat» y luego de recuperada la democracia, repletó el Estadio Nacional. En 2018, con el concierto «Mediterráneo da Capo» paseó su vox por el Teatro Nescafé de las Artes,  Aula Magna UTFSM, Valparaíso, el Teatro Regional del Maule (Talca), el Teatro del Lago (Frutillar), el Teatro Municipal (Temuco), el Teatro UdeC (Concepción) y el Movistar Arena de Santiago.

Por ello, según Alfredo Saint-Jean, productor y organizador de muchos de sus conciertos, «la relación entre el público chileno y Joan Manuel Serrat ha trascendido lo puramente musical» y existe «un vínculo profundo que se entrelazó con nuestra propia historia como país» y dejado «huellas en nosotros».

«A lo largo de los años tuvo incontables gestos de interés y cariño, algunos de ellos casi secretos. Desde visitar la escuela “Sol de Illimani”, la Vicaría de la Solidaridad o Villa Grimaldi, hasta compartir la sobremesa con un buen amigo, como lo fueron Ángel Parra, Patricia Verdugo o Antonio Skármeta; pasear por las calles de Valparaíso acompañado de su amigo Jorge Coulón casi de incógnito, sentarse en la última fila sin que nadie se diera cuenta a presenciar conciertos de músicos chilenos en Matucana 100, o recorrer el país desde el desierto de Atacama hasta las Torres del Paine», señala el productor musical.

Y agrega. «Por estos y tantos otros motivos es que tendremos siempre un sentimiento de enorme gratitud hacia Serrat. Él no sólo ha puesto música a momentos muy importantes de nuestras vidas, sino que ha sido también compañero y cómplice. Estuvo con nosotros en momentos difíciles y celebró nuestras alegrías. No queremos decirle adiós, sino gracias.

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