Baby Bandito: esa sopa de lugares comunes que nunca falla

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico.

★★☆☆☆ (2 sobre 5)

A estas alturas, todo lo que sale de la productora Fábula, fundada hace ya 20 años por Pablo y Juan de Dios Larraín, coquetea con la crítica feroz y el fanatismo endogámico del medio, como muy pocas empresas dedicadas a contar historias han logrado. Su alta exposición, producto de sus reconocidas y a veces polémicas producciones- Premios Oscar, Goya y Globos de Oro mediante- le han valido ser, hasta ahora, la vedette de la producción audiovisual chilena.

“Baby Bandito” (2024), es su producto más reciente, serie que intenta -ojo con esta palabra- adaptar la historia del muy recordado “robo del siglo”, hecho delictual ocurrido en 2014 donde una banda de atracadores logra robar un camión de valores en pleno aeropuerto de Santiago, llevándose la suma de 6 mil millones de pesos en tan solo tres minutos.

“Inspirada en hechos reales distorsionados para tu conveniencia y la nuestra” reza en el inicio de cada uno de sus dinámicos 8 episodios, sin embargo, más que una honesta exención de responsabilidad -porque claramente la historia está muy lejos del hecho que la convoca- termina pareciendo más una especie de agravio solapado para las masas, lo que en una traducción menos jocosa y más directa sería “se nos hace más simple el guion trabajando sobre lugares comunes de muy fácil digestión”.

Y es así como asistimos a una especie de recocido, de buen sabor, pero para nada sorprendente, de una serie de “series”, valga la redundancia, donde no es difícil recordar esa entrada “in extrema res” de “Breaking Bad” -aunque en el resultado, la serie de Walter White le queda gigante- o sacarse la imagen del atraco en “La Casa de Papel” (2017), con overoles, máscaras y todo, incluso recurriendo al evidente perfil femenino-agresivo de uno de sus personajes principales “Tokio” (Úrsula Corberó), que en “Baby Bandito” se transforma de manera cándida en “Mística” (Carmen Zabala), un corazón apasionado dentro de una cáscara de dureza y violencia, un clásico, es verdad, pero muy desteñido. Sin embargo, no todo queda allí, también aparece un guiño del porte de un elefante, al personaje de “Dustin” en la popular “Stranger Things” (2016), ahora encarnado en el también tierno y compañero fiel del protagonista, “Panda” (Lukas Vergara) ¡Hasta se parecen!

Desde el punto de vista del impacto, es innegable su popularidad, aparece -en streaming- en el primer lugar de las series más populares de habla no inglesa y se posiciona entre las 10 más vistas en el mundo, no obstante, los recursos retóricos fílmicos no pasan del target de adolescentes plenos y tardíos. Reggaetón, skaters, grafitis y un amplio abanico de la cultura de la calle -nada propio de la historia real- son el señuelo perfecto para estos grupos etarios, entre los cuales destaca en Trap y el Rap del “Pailita” y “Stadly” (si no los conoce, es la gran señal para saber que esta serie no es para usted), 100% producto nacional.

Quizás lo más incómodo está en las apuestas de guion a cargo de Valeria Hoffman, Diego Muñoz, Luis Pérez y Juan Andrés Rivera, que, con la excepción de este último, ya conocido por la tibia serie “Pacto de Sangre” (2018), son nóveles en las grandes ligas y se nota. La historia real es años luz mejor que la adaptación, a saber, Kevin Tapia (Olguín en la vida real) no fue el que robó la idea a un grupo de delincuentes llamado “los Carniceros”, donde aparece el actor Mauricio Pesutic (El Carnicero) como una especie de “padrino” al estilo de Coppola, pero, en este caso, líder de una mafia imposible y caricaturesca. El verdadero gestor del atraco fue Alexis Niñoles junto a Francisco Morales y Roque Quintanilla, sentenciados a 10 años. Niñoles, le robó la idea a un delincuente llamado “Juanito”, quien luego ayudó en la investigación para atrapar a quienes lo habían engañado. Trama más que significativa para no necesitar de la ficción, ¿Quién era Juanito? ¿El gato Juanito?, lamentablemente no lo sabremos en la serie, así como también dónde está el 90% del botín que nunca apareció y que fue logrado sin disparar una sola bala (“datazo” para los guionistas amantes del gatillo fácil).

El protagónico, que recae en un inexperto Nicolás Contreras, el “Kevin” (Baby Bandito), en la vida real, poco o nada tiene de relevante en el robo, es una especie de soldado sin acceso al plan -apenas 4 años de prisión por su participación- lo que obviamente facilita la ficción, pero nuevamente se aleja de una realidad, a todas luces interesante, desde el punto de vista del argumento. Se entiende sí, lo atractivo para el grupo etario a la cual se dirige la serie, que este personaje se vuelva muy activo en redes sociales -en eso la serie no se equivoca- súmeles a todos los lugares comunes ya revisados, la presencia en Instagram -plataforma para subir imágenes- donde Olguín le mostró al mundo todos sus viajes y lujos en una especie de bitácora de placer que embelesa a gran parte de los jóvenes contemporáneos.

Dado lo anterior, se da un estándar muy propio de Fábula, grandes castings que la mayoría de las veces no se explotan en profundidad por lo básicos de los argumentos (El Conde es uno de tantos ejemplos). Acá los viejos estandartes como Mauricio Pesutic, Pablo Macaya, Mario Horton, Marcelo Alonso, Mariana Loyola, Francisca Imboden, Amparo Noguera, Ricardo Fernández y Paulina Urrutia, no logran sostener la teatralidad de la historia donde los protagónicos recaen en actores jóvenes de poca experiencia y no de muy buen prospecto, como Nicolás Contreras -que por más que lo intente no habla como flayte-, Francisca Armstrong que actúa de sí misma, Carmen Zabala que adolece de una personalidad original en cada uno de sus personajes y Lukas Vergara, quien se destaca del resto precisamente por su carisma personal y porque es un invento en el argumento. Bien por el tiraje, mal por la búsqueda de talentos.

Si somos ávidos a las series de moda y nos encanta “reconocer” elementos evidentes de otras propuestas audiovisuales, estamos frente de un trabajo muy bien logrado, quizás con demasiado costo asociado, ya que pudo prescindir incluso de la mitad de sus actores de carácter y seguir siendo un producto de comercialización rápida y eficiente. Si, por el contrario, buscamos algo memorable y que nos vuele la cabeza en lo que queda de vacaciones, es mejor pasar de este caldo.

Disponible en Netflix.

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