En agosto nos vemos: traicionando a García Márquez

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico

☆☆☆☆☆ (- sobre 5)

Con motivo de la conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento de Gabriel García Márquez y en coincidencia con su cumpleaños número 97, acaba de ver la luz este 6 de marzo y en un claro “acto de traición” a su persona, la novela póstuma del escritor cataquero: “En agosto nos vemos”. 122 páginas de un relato simple, pero intenso, que narra la historia de una mujer próxima a sus 50 años, lidiando con la rutina y la compleja pulsión femenina entre el amor y el deseo.

Arqueología literaria

El libro, es el resultado confuso de lo que fue una serie de cuentos que se comenzaron a escribir a fines de los 90’s y de los cuales, al menos dos, ya había sido publicados previamente. El capítulo 1 apareció junto a una entrevista del autor en el diario El País y más tarde era leído a viva voz en un foro sobre literatura iberoamericana en la Casa de las Américas. Para el 2003, entre otros trabajos y lecturas relevantes, vuelve a publicar, esta vez para la revista Cambio el tercer cuento de esta novela. Siete años más tarde y oficiando más como un corrector de estilo que como escritor -la memoria a esas alturas de la vida le tendía ciertas trampas- decidió volver a trabajar en la novela para abandonarla por última vez en 2004.

La opinión del autor

Pero el Gabo en las letras no se equivoca. Cuando finalizó la última revisión -la quinta- de los manuscritos que componen la obra, le escribió a su agente Mónica Alonso, “A veces hay que dejar que los libros reposen” sin embargo y años después, con la muerte sobre sus hombros, sentenció: “Este libro no funciona, hay que destruirlo”.

La duda surge espontánea. ¿Habrá reposado lo suficiente? ¿Sería mejor destruirlo? Y aunque no somos los lectores los encargados de aquello, por más que sus hijos -Rodrigo y Gonzalo García Bacha- nos traspasen la responsabilidad del acierto o la desgracia de la publicación, son ellos, más su editor Cristóbal Pera, quienes deciden, en un acto muy bien autodenominado “traición” hurgar en los manuscritos que yacían mansos en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas para darle la forma final a la novela.

Dentro de los apuntes que se incluyen como facsímiles en la edición final del libro y son un deleite para los lectores más asiduos, García Márquez apunta en rojo, refiriéndose al texto completo, la inquietante pregunta: “¿Es el mejor?”. Sus vástagos y el editor, respondieron que sí.

¿Traición?

No se trata de una cosa de gustos, por falaz que parezca; si quieren leer a García Márquez, aquí está, con todo ese estilo exquisito para arañar la piel de sus personajes -y de los lectores también- para hacer de la nostalgia y el anhelo un continuo infinito, para impugnar el poder en todas sus formas y tamaños, para enaltecer la tierra que lo vio nacer, para encontrar la fantasía entre el polvo y el sudor.

Aquí está el Gabo, pero no es él, es una especie de holograma, una proyección de sí, en deuda con el alma del escritor, no solo por desobedecer su negativa, sino más bien, por finalizar aquello que no alcanzó a abandonar en total control, aquello que debía envejecer mejor, que necesitaba un “OK” sin peros ni dudas convincentes.

En lo meramente técnico, la novela adolece muchas veces de la prosa rítmica y propia de Gabo, se lee forzada en algunas definiciones temporales y otras, a veces tan apresurada, que dificulta su lectura. “Tiene unos baches y pequeñas contradicciones” anticipa el preámbulo en una especie de Ad misericordiam que se torna en una disculpa jamás esgrimida por el escritor. Eso sí, reconozco la honestidad en el juicio de los responsables.

Aquí está el Gabo, pero no es él, es el producto de un juego arqueológico, a todas luces interesante y necesario, pero que no debió volcarse en una edición unívoca y completa de una novela, sino más bien en una especie de material educativo o de investigación literaria acerca de cómo escribir de forma excepcional. El estilo sigue siendo precioso, mas no cierra de la forma que deseaba el autor, quien, aunque se mostró siempre conforme con su estructura, dudaba mucho acerca de su final. Estamos ante un fósil incompleto de un dinosaurio majestuoso.

La obra es siempre con el autor

Me niego a calificar esta edición, no por temor o falta de responsabilidad en mi opinión, sino porque difícilmente me parece digna del canon original del autor. “En agosto nos vemos” nos acerca -de forma indiscreta- al escritorio de Gabriel García Márquez, en plena ejecución de su proceso escritural, donde su pluma comienza a generar la magia de la cual no se puede escapar, no obstante, en un momento donde la obra aún no está lista para ver la luz. La sensación sobrecogedora, de mirar -leer- cómo escribe, es impagable, mas su ausencia en la aprobación del resultado final es evidente y debe respetarse.

Editado por Random House y disponible en librerías.

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