Producción del cobre: desafíos y expectativas

Por José Joaquín Jara, profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

 

Recientemente se dieron a conocer los resultados de la producción de cobre en Chile para el año 2023, con datos proporcionados por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco). Las cifras son desalentadoras, pero no inesperadas para quienes hemos venido advirtiendo del deterioro de la situación que enfrenta el sector minero nacional, principalmente influida por el envejecimiento de las actuales operaciones y la escasez de proyectos que renueven y expandan nuestra capacidad productiva. Sin embargo, siempre es duro contrastar nuestras expectativas con la realidad de los hechos: desde el punto de vista productivo acabamos de experimentar el peor año de la industria minera nacional en dos décadas. En 2023 se produjeron 5.25 millones de toneladas métricas de cobre, una baja del 1,4% con respecto al año anterior, y bajo las cifras de producción que hemos visto en el país desde el año 2004.

Esta noticia nos reitera la necesidad de atraer más y mejor minería para volver a impulsar el desarrollo sostenible de Chile. Fortalecer nuestro desarrollo productivo, a través de una de sus actividades más importantes como lo es la minería del cobre, es una tarea a la que deben abocarse todos los actores, tanto públicos como privados. Por eso, se celebra el nuevo esfuerzo impulsado por el gobierno para revisar y mejorar los procesos de “permisología” (que esperemos reactive su conversación legislativa en marzo), ya que puede ser un punto inicial y detonante para generar más acciones que den certezas para el sector y gatillen nuevas inversiones en el mediano y largo plazo.

La reducción en los plazos, la convergencia en el trabajo de los servicios y la reforma al SEIA, todos son temas de interés y relevantes para la industria. No obstante, todavía queda mucho por discutir y consensuar para avanzar. Por ejemplo, la eliminación del Comité de Ministros, que en sus próximas sesiones revisará nueve proyectos por US$1.562 millones (dos proyectos mineros por US$1.022 millones aproximadamente), figura como un acuerdo transversal. Por otro lado, si bien es destacable el esfuerzo y las metas que se esperan alcanzar en cuanto a la reducción de plazos en los procesos, aun logrando los objetivos propuestos los proyectos mineros demorarán significativamente más en revisarse y aprobarse que hace 20 o 25 años atrás. Esto demuestra la magnitud del desafío que tenemos para volver a ser el destino preferido de la inversión minera mundial.

Mejorar las certezas para atraer nuevas inversiones y mantener las existentes en funcionamiento tiene especial relevancia para aumentar la producción del “sueldo de Chile”. Lo anterior, teniendo presente que, como se comentaba al inicio de esta columna, nuestros yacimientos mineros están envejeciendo, lo que implica incurrir en mayores costos para enfrentar menores leyes de mineral, mayores razones lastre/mineral, y mayor dureza en las rocas a extraer y procesar. Fomentar la certeza jurídica, las actividades de exploración, y la inversión productiva es clave para recuperar nuestra senda en competitividad minera. Por ello, es fundamental que las reformas a la “permisología” conduzcan por caminos más eficientes y rápidos para aprobar nuevos proyectos mineros; ello, sin disminuir los requerimientos que hoy como sociedad les exigimos a las empresas.

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