Ayer me escupió un colocolino

Él, que tenía que estar contento y feliz porque su equipo había salido campeón, me arrojó su desperdicio bucal a mi rostro, junto a un improperio de grueso calibre cuando pasé al lado de un grupo que enarbolaba banderas al viento celebrando la estrella 32.

Era yo quien debía masticar la pena cuando salí ayer del Santa Laura, luego de una victoria contundente ante Everton en la búsqueda de un nuevo título, el octavo en un palmarés que suma 7 y que los que somos de este equipo recitamos de memoria: 43, 51, 73, 75, 77, 2005 y 2013. No lo logramos.

Pero salí feliz, porque 10 mil rojos llegaron al Santa Laura, el equipo jugó bien y marcó dos golazos, los hinchas no se dejaron provocar ante un grupúsculo de inadaptados que inició una trifulca en tribuna y la despedida a Canales y los otros fue con aplausos a rabiar. Diría que con cariño. Orgullo también.

No dolió como la derrota en la final ante este mismo equipo el 76 o la caída por penales ante Huachipato el 2012. Quizá porque se sabía que era difícil que Colo Colo perdiera puntos en el Ester Roa. Igual estuvo ahí, pudo ser, pero no ocurrió y hoy los albos son justos campeones, hicieron goles y sumaron más puntos. A nosotros nos pasaron por arriba en el Monumental.

Salí del estadio, en familia y con amigos, como suelen ser las tardes en el Santa Laura y tomé el auto para volver a casa. Vestía mi roja.

En el camino por Huanuco hacia Vespucio, los hinchas de Colo Colo comenzaban a juntarse y gritar su alegría en los semáforos. Pasamos el primero, le hicimos gestos de aprobación y no pasó nada. Manejé tranquilo, vidrio abajo, porque entendí que estaban felices y que ella es enemiga de la agresión. ¡Pero me equivoque! En la luz siguiente, que tenía más banderas que la anterior, de entremedio salió un hincha furibundo que se acercó a mi ventana y sin que yo pudiera hacer nada, me escupió con rabia, diría hasta odio, en el rostro. Él, que tenía que estar contento y feliz porque su equipo había salido campeón, me arrojó su desperdicio bucal, junto a un improperio de grueso calibre que no vale la pena repetir.

Soy de un equipo simpático, que suele decirse que es el segundo cuadro de muchos, para el cual hincho desde que tengo uso de memoria, quizá antes porque cuando nací ya estaba la camiseta roja en mi cuna, por la pasión de mi padre y mi abuelo. Lo ocurrido ayer no lo entiendo. Pudo ser también una piedra en la cara. No me dio tanto asco como pena, más que no haber alcanzado la octava estrella, porque trato de confiar en el ser humano y este tipo de actitudes me desarman.

Las penas del fútbol, se dice, se pasan con fútbol. Dentro de poco, estaremos jugando contra la U de Conce y nos espera un año de copas nacionales e internacionales. Seguiré yendo con el mismo entusiasmo al estadio, pero tengo miedo de que la próxima vez que pase por un grupo de hinchas, que no sean los de mi equipo, subiré el vidrio. Así, esta violencia, pequeña y quizá insignificante respecto a la que han vivido otros en el estadio, va cambiando nuestra cultura y nos convierte en peores personas. Trataré de no hacerlo.

Mientras, masticó la pena, más aún porque ese hincha furibundo debió no empañar su alegría.

1 comentario
  1. miguel abarzua c. dice

    lamento lo ocurrido y a nombre de los buenos colocolinos me disculpo desadaptados como ese ay en todaspartes . tal vez sea n los tiempos que vivimos . somos muchos los que ya no podemos ver a nuestros equipos por temor a estos vándalos . me disculpo y también en nomre de los buenos aficionados al futbol

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